LA PIMPINELA ESCARLATA

Los últimos momentos de los girondinos. Grabado de Karl Theodor von Piloty (1826-1886).



«Lo buscan por aquí, lo buscan por allá,
Los malditos franceses lo buscan sin cesar;
¿Estará en el cielo? ¿Estará en el infierno?
¿Dónde se habrá metido el Pimpinela Escarlata?»



Con esta entrada doy comienzo a una serie dedicada a las novelas de aventuras, o más bien continúo, porque el tema fue iniciado en su día con La Isla del Tesoro.

A nuestros hijos les apasionan estas historias de acción, con héroes admirables, guerreros, exploradores y aventureros. Y no solo les atraen a ellos, ya que las novelas de aventuras apelan tanto a los niños como al niño que habita en el interior de cada uno de nosotros. Es fácil comprender por qué: en ellas hay acción a raudales, personajes admirables, desarrollos y desenlaces directos, una moralidad clara y poca introspección.

Es posible que alguno de los libros que comentemos se resista a ser catalogado como ejemplo de alta literatura, pero de lo que no deben tener duda es de que serán “buenos libros”, y como tales, manjares deliciosos y muy nutritivos para el alma de nuestros hijos.

Así que no nos demoremos; comenzaremos con una novela de capa y espada que hizo famosa a su autora, la Baronesa Emmuska de Orczy: La Pimpinela Escarlata (1905).



La narración se desarrolla en el Paris de finales del siglo XVIII, concretamente en 1792, en los primeros días de la Revolución Francesa, cuando el Reino del Terror está en su apogeo: miles de aristócratas franceses, hombres, mujeres y niños, son enviados a la guillotina, independientemente de su inocencia o culpabilidad. El protagonista, sir Percy Blakeney, es un diletante aristócrata inglés, conocido por poco más que su dandismo y su pereza: sin embargo, bajo esa apariencia inane, el verdadero sir Percy se revela al lector como un héroe clásico: de ingenio rápido y físico de hierro, sir Percy es el hombre más rico de Inglaterra y además está casado con Marguerite Saint Just, la mujer más inteligente y bella Europa. 

Nuestro héroe arriesga su vida viajando a la Francia revolucionaria (bajo un disfraz que oculta su verdadera identidad), a fin de salvar la cabeza de todo aristócrata francés en peligro de perderla. Y no contento con eso, tras cada una de sus exitosas incursiones, va dejando su personal tarjeta de visita: una pequeña flor roja, una pimpinela escarlata (de ahí el sobrenombre por el que se le conoce), con burla y escarnio del poderoso Robespierre y su Comité de Seguridad Pública.

La señora de Orczy no se complica mucho; la novela no es, ni un tratado político ni un relato de costumbres, es simplemente una historia de acción, misterio, aventura e intriga, de fácil y agradable lectura. No obstante es de agradecer su contribución a la desmitificación de aquel proceso revolucionario, poniendo bien a las claras la atrocidad y la barbarie que lo alimentaban. Resulta aquí muy apropiado el escolio de Gómez Dávila que reza así: «Bienaventurados los revolucionarios que no presencian el triunfo de la revolución». Que gran verdad.

Frontispicio de la edición de principios del siglo XX de Thomas Nelson and Sons.

Tenemos pues un héroe enmascarado (precursor en su anonimato de tantos héroes posteriores, desde el Zorro hasta los tan manidos superhéroes), que dirige un grupo de 20 caballeros, todos dispuestos de forma altruista a arriesgar sus vidas por salvar de la guillotina a los nobles franceses y con un espíritu, como cabía esperar de unos genuinos gentlemans, puramente deportivo; a modo de ejemplo este dialogo resulta muy revelador:

«—Pero, dígame, ¿por qué su jefe —y todos ustedes— gasta su dinero y arriesga su vida, porque   eso  es   lo   que   ustedes   arriesgaron, messieurs, al ir a Francia, por unos hombres y mujeres franceses que no significan nada para ustedes?

—Por deporte, madame la condesa, por deporte—aseguró lord Antony con su habitual tono de voz potente y jovial—. (…) Yo le aseguro que me encanta este juego, pues es el mejor deporte que he conocido hasta ahora.  Eso de escapar por un pelo...  ¡los riesgos del mismísimo diablo! ¡Adelante! ¡A por ellos!»

Y cómo no, también hay un malvado en la historia, el agente francés Chauvelin, «entusiasta fanático por la causa revolucionaria», astuto y cruel, que no ceja de perseguir a nuestro audaz y escurridizo héroe, tratando incluso de implicar en su caza a su esposa Marguerite mediante un vil chantaje, aunque, por supuesto, fracasa estrepitosamente en su misión.

Portada de la edición de Homo Legens y de la edición de Thomas Nelson and Sons

Por último, el amor se muestra presente a lo largo de toda la historia: Marguerite, la bella esposa de nuestro héroe, desconoce su identidad secreta y su arriesgada misión, pero una vez lo descubre, no duda en poner en riesgo su vida para salvarlo. A lo largo de todo el relato presenciamos a unos amantes esposos distanciados por sucesivos malentendidos que al final son felizmente superados por la grandeza de su amor.

La novela es realmente entretenida y en ella se dan cita, la valentía y el heroísmo, el suspense, la amistad, el amor y la venganza. Plena de ágiles diálogos y una trepidante acción, da una visión nada romántica de la, injustamente poco denostada, Revolución Francesa, un poco al estilo contrarrevolucionario, pues lo protagonistas, encabezados por sir Percy, son encarnación fiel de la esencia de la contrarrevolución. Lo que, en mi opinión, no está nada mal.

Para chicos de doce o trece en adelante. Les va a encantar.

Aunque hay innumerables ediciones de este libro, recomiendo, por su cuidada traducción y hermosa presentación, la de Homo Legens.


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