EL SEÑOR DE LOS ANILLOS


Edición conmemorativa del 60 aniversario de la publicación de El Señor de los Anillos, realizada por Minotauro, y la primera edición completa de la obra en tres volúmenes realizada por la editorial George Allen & Unwin entre 1954 y 1955.




«Un relámpago en un cielo claro.»

C. S. Lewis




Tolkien y Lewis fueron grandes amigos. Es sabido que su amistad pasó por momentos de dificultad, pero no es menos cierto que es considerada como una de las más grandes y memorables amistades habidas entre escritores. También sabemos de la influencia que Tolkien tuvo en la conversión al cristianismo de Lewis.

No obstante, uno de los puntos de discrepancia entre ambos amigos fue el enfoque dado a las que podríamos considerar sus obras maestras: el ciclo de Narnia, de Lewis (tratado en la entrada Las crónicas de Narnia: el regalo de Lewis) y El Señor de los Anillos, de Tolkien. Ambos (Lewis siguiendo a Tolkien aquí) dieron forma a sus imaginarios literarios a través de la Mythopoeia: la subcreación de mundos imaginarios con la “consistencia interna de la realidad”, que reflejan en su interior “un astillado fragmento de la luz verdadera”. Sin embargo, Tolkien llevó a cabo su obra evitando utilizar la alegoría y la religiosidad explícita que C.S. Lewis empleo en su Narnia, y lo hizo por medio de la hierofanía de lo natural, a través de la ontología propia de las historias de hadas y de la conducta ética que implícitamente manifiestan sus personajes. Todo ello está impregnado de la moral y la experiencia cristianas; al parecer el mismo Tolkien escribió que El Señor de los Anillos es “una novela inconscientemente católica en su elaboración y conscientemente católica en su revisión final”.

La obra del Tolkien es colosal (y no solo los tres libros que componen la historia del anillo, sino todos sus adyacentes y subsiguientes), y por eso su mérito al dotar a la historia de coherencia, equilibrio y calidad es enorme. Escrita de una forma firme y sencilla (“una antigua manera de escribir, directa y viril”, según una vieja reseña de Donald Barr), resulta de fácil lectura, a pesar de sus dimensiones (unas 1.300 páginas).

La historia tiene interés por muy variados motivos y su atractivo es evidente para casi todos (los seguidores de Tolkien son legión); sin embargo me gustaría centrarme solo en tres aspectos y hacer un pequeño resumen de la obra, dejando así de lado una labor mas profunda para la que no estoy preparado. Porque mi conocimiento es el de un mero lector que, por cierto, se acercó a Tolkien y su obra gracias al ejemplo y los consejos de un gran mentor literario: mi tío Javier (a quien le debo este y otros muchos caminos de letras), que sabía y gustaba de él cuando casi nadie lo conocía en este país, hace ya mucho tiempo.  

Los tres aspectos son los siguientes:

1º.- El Señor de los Anillos no es una trilogía, no es una secuencia de libros relacionados temáticamente, no es una saga; es una sola historia, de principio a fin, si bien dividida en tres volúmenes, y ello únicamente por motivos editoriales.

2º.- La historia no se desarrolla en un imaginario mundo paralelo, como Oz, como Nunca Jamás o como Narnia. Tolkien lo dejó claro en varias de sus cartas; se trata de un período histórico imaginario en nuestro propio mundo (“El mío no es un mundo imaginario, sino un momento histórico imaginario en la 'Tierra Media', que es nuestra morada”) ¡Y qué mundo! Tolkien describe de manera exhaustiva y detallista un universo por entero, de tal forma que al terminar de leer la obra lo conocemos tan bien como el que nos ha tocado habitar.

3º.- No se trata de una alegoría cristiana. Como antes he bosquejado, este es el punto de contraste entre los dos amigos. Sin embargo, aunque no menciona expresamente al cristianismo, El señor de los anillos es una obra profundamente religiosa porque se sumerge en la sacralidad de lo natural. En ninguno de los tres libros se menciona a Dios ni hay ningún indicio de culto religioso organizado; pero toda la creación de la Tierra Media por parte de Tolkien supone un esfuerzo por transportarnos de una cultura materialista, urbanizada y racionalista, a una en la que el hombre está en contacto directo con lo creado y vive su naturaleza desnuda (sin disimulos ni medias verdades), enfrentando una lucha feroz en la que debe elegir entre el bien y el mal y combatir en uno o en otro bando. La historia nos revela una visión católica del mundo, en la que el bien y el mal no son dos iguales que han de batirse en duelo, sino que el mal es una corrupción del bien y por ello hay que procurar realizar el bien siempre. La visión final de Chesterton en su lecho de muerte está muy presente en toda la narración: “La cuestión es clara ahora, se trata de la luz y la oscuridad y cada uno debe escoger de qué lado está.”  

El bosque de Fangorn y Rivendell, ilustraciones del propio Tolkien.

¿Y de qué lado estamos nosotros? ¿De que lado queremos que estén nuestros hijos? Pues los míos y yo del lado de Tolkien, sin duda; y del de Frodo, Gandalf y Aragorn, y para estar y permanecer en ese lado ayuda, y mucho, leer esta gran historia.

El argumento del relato es el de la clásica misión heroica, pero al revés. W. H. Auden lo explica mejor en una famosa recensión de hace 64 años: 

“Todas las Misiones tienen que ver con algún objeto mágico, las Aguas de la Vida, el Grial, un tesoro enterrado, etc.; normalmente este es un objeto benéfico, ya que la tarea del héroe es encontrarlo o rescatarlo del enemigo, pero el Anillo de la historia del señor Tolkien fue hecho por el enemigo y es tan peligroso que incluso el bien no puede usarlo sin ser corrompido”.

Por esta razón, el Bien no puede usar el anillo, pues en ese mismo momento dejaría de ser Bien. La única manera de asegurar la derrota del Mal es destruirlo. Pero el anillo solo puede ser destruido en el corazón donde habita el Mal: en Mordor.

Por lo tanto, la misión es peliaguda y más peligrosa, si cabe, que cualquier otra. Pero es que el héroe es también muy peculiar: No es un héroe al estilo de Hércules, Ulises o Lancelot; no tiene grandes cualidades físicas ni tampoco intelectuales; no goza de fama o prestigio ni atesora una gran sabiduría. Es un poco como todos nosotros; pero más pequeño: es un hobbit, Frodo Bolson, y a su lado, corriendo la aventura, ayudándole, asistiéndole, estorbándole o persiguiéndole, aparece una pléyade de personajes inolvidables, buenos y malos (y esto está muy claro desde el principio), leales y traicioneros, esforzados y pueriles, sinceros y mendaces, peligrosos y afables, y así conoceremos a los Hobbits, a los Elfos y a los Enanos, y también a los Orcos y demás seres malignos. Trataremos con Elrond, Gandalf, Aragorn, Galadriel, Legolas, Sam y Pippin, y conoceremos a Gollum, Sauron y Saruman. 

El bosque de Lothlorien y la Puerta Oeste de Moria, ilustraciones de Tolkien.

Y en el centro de ese mundo creado por Tolkien, su protagonista Frodo y sus compañeros deberán completar la misión: deberán destruir a toda costa y cueste lo que cueste el anillo, asumiendo para ello riesgos, afrontando y salvando obstáculos y haciendo frente a situaciones hostiles.

Y aquí me gustaría detenerme y destacar que la novela, entre otras cosas, contiene una lección que realza una facultad del alma muy elogiada en este blog. Una facultad cuyo uso y posesión ayuda a diferenciar el bien del mal, lo que no es poca ayuda en un mundo tan confuso moralmente como el nuestro. Y la lección es que el mal y su orgullo y egoísmo implícitos carece de imaginación; no así el bien, que puede imaginar la posibilidad de volverse mal –lo vemos en el rechazo de Gandalf y Aragorn a usar el Anillo-. Sin embargo, el Mal, Sauron, no puede imaginar nada por sí mismo; su pensamiento se centra enfermizamente en la dominación y el miedo y su soberbia le impide pensar que sus enemigos puedan intentar destruir el anillo; su ojo se mantiene fijo sobre Gondor y alejado de Mordor, lugar donde Frodo verá culminada su misión. 

Esa imaginación que hoy se arrincona es ensalzada en el libro y solo por eso valdría la pena leerlo… pero les anuncio que hay mucho más, muchísimo más… 

Y termino con un párrafo de la reseña del poeta W. H. Auden de la que les hablé, pues expresa en unas líneas lo que yo también sentí y siento sobre esta gran obra y espero que sientan mis hijas cuando acaben de leerla; y con ella les dejo: 

“Por último, si uno se toma seriamente un cuento de esta clase, debe sentir que este, por más que superficialmente pueda ser que no se parezca al mundo en que nosotros vivimos en lo que respecta a sus personajes y hechos, nunca deja de sostener el espejo en el que se refleja la única naturaleza que conocemos, la nuestra propia; en esto, también, Tolkien ha tenido un éxito magnífico, y lo que sucede en el año de la Comarca de 1418 de la Tercera Edad de la Tierra Media es no solo fascinante en el año 1954 después de Cristo, sino que también es un aviso y una inspiración”. 

“… Un aviso y una inspiración…”, nacida de ese “relámpago en un cielo claro”, que para C. S. Lewis era esta grandiosa obra; espero que así sea para ustedes y sus hijos.

Comentarios

  1. Me encantó el comentario!! Y sí, es casi un misterio la fascinación que ejerce la obra, uno puede volver a ella cada vez y no se cansa.

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  2. "Sin embargo, Tolkien llevó a cabo su obra evitando utilizar la alegoría y la religiosidad explícita que C.S. Lewis empleo en su Narnia, y lo hizo por medio de la hierofanía de lo natural, a través de la ontología propia de las historias de hadas y de la conducta ética que implícitamente manifiestan sus personajes."

    Acertada distinción, Miguel. Resulta bastante complejo en este tipo de narración elevarse a lo simbólico sorteando lo meramente alegórico; y es uno de los problemas cruciales sobre los que a veces no se repara demasiado. Varios autores se refirieron al problema, S. T. Coleridge entre ellos:

    "La alegoría sólo puede ser expresada conscientemente; mientras en el símbolo es muy posible que la verdad general esté incoscientemente en la mente del escritor durante la construcción de un símbolo ... La ventaja de la literatura simbólica sobre la alegoría es que no supone disyunción de facultades sino simple dominio". (en "Miscellaneous criticism").

    O Castellani: "El símbolo es un signo incluido en la idea que representa. No podría definirse más claramente lo simbólico por oposición a lo alegórico sino diciendo que siempre es en sí una parte del todo que representa."



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    1. Como dice usted bien es una vieja polémica. Lo cierto es que a mí, estos dos casos que nos ocupan (Narnia y El Señor de los Anillo), me entusiasman.
      Un saludo.

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  3. Sólo le diré que he releído esta obra maestra unas cuantas veces desde que lo hice por vez primera, y han pasado ya unos cuantos años.
    Es ficción, sí, pero resuena poderosamente con ese rincón profundo y eterno que nos define como seres humanos.

    Por cierto, J.R.R. Tolkien se planteó hacer una secuela de ESDLA, aunque abandonó el proyecto en un cajón de su escritorio a los pocos folios de haber empezado. En sus propias palabras: "Empecé, por cierto, una historia cuya acción se sitúa unos cien años después de la Caída [de Sauron], pero resultó a la vez siniestra y deprimente. Puesto que tratamos de hombres, es inevitable que nos centremos en el rasgo más lamentable de su naturaleza: su rápida saciedad con el bien. De modo que la gente de Gondor, en tiempos de paz, justicia y prosperidad, se volvería descontenta e inquieta (...). Descubrí que en época tan temprana se había dado una cosecha de proyectos revolucionarios en torno a un centro de una religión satánica secreta; mientras que los niños gondorianos jugaban a ser orcos y se divertían haciendo daño." (J.R.R. Tolkien, "Cartas", p. 400.)

    Saludos

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    1. No conocía esta historia que cuenta, pero encaja en los últimos años, más sombríos y tristes, del genial escritor.

      Desde luego la obra es ya un clásico, sin duda.

      Un saludo.

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  4. Le dejo, por si no lo tiene, un enlace con las Cartas. En concreto, el fragmento que menciono más arriba está en la carta 256: "De una carta a Colin Bailey"

    http://gye.ecomundo.edu.ec/Biblio/Libros_Digitales/Bonus-CienciaFiccion/T/Tolkien%20J%20R%20R/Carpenter%20Humphrey%20%20%20Cartas%20J%20R%20R%20Tolkien.pdf

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