CUMBRES BORRASCOSAS

Cumbres Borrascosas, obra de Robert E. McGinnis (1926-).

“Iré por donde me lleve mi naturaleza
–me irritaría que me guiase otro cualquiera–
,
adonde grises rebaños pacen entre helechos, 
adonde el viento indómito sopla en las laderas.
¿Qué revelan estos montes solos que valga la pena? 
No alcanzo a decir cuánta gloria y desconsuelo:

la tierra que mueve a sentir a un corazón humano puede contener los
 mundos del Cielo y el Infierno”. 
Emily Brontë

Estas estrofas de Emily Brontë, intensas y tristes, prefiguran el leitmotiv que, en peregrinaje angosto y salvaje, atraviesa las páginas de la novela de que voy a hablarles, la única que ella escribió. Se trata de Cumbres Borrascosas (1847), una historia de amor ambientada en los desolados páramos de Yorkshire a finales del siglo XVIII, y algo más que todo eso también. 

Se trata de una novela que transita entre el Cielo y el Infierno, como transitan los personajes de las familias protagonistas, entre la casa familiar de los Earnshaw, llamada –como el título– Cumbres Borrascosas (Wuthering Heights) y la de los Linton, bautizada como La Granja de los Tordos (Thrushcross Grange), hogares y escenarios opuestos del relato, desde los que el viento de los paramos parece gritarnos junto con Emily: “la tierra que mueve a sentir a un corazón humano puede contener los mundos del Cielo y el Infierno”. Y a buena fe que en esta novela es cierto. Es una historia “oscura, salvaje y nudosa como una raíz de brezocomo dijo de ella su hermana Charlotte.
  
La novela se entretiene en los amores y desamores de sus dos protagonistas, Catherine (Cathy) Earnshaw y Heathcliff, cuyos destinos son fruto de una pasión desbocada, al igual que es desbocado su itinerario retórico, pues se inicia en el final del libro y camina hacia el principio de la mano de un narrador secundario (el Sr. Lockwood). El relato nos conduce a lo largo de un período de unos cuarenta años, en el que desenvuelve sus efectos catastróficos el amor ardiente y condenado de Cathy y Heathcliff, un amor asediado por el orgullo y el odio, sobre todo por parte de Heathcliff, y que no obstante resiste el acoso para finalizar triunfante. Es el mismísimo cierzo de los abruptos páramos el que sopla entre las líneas del libro, un aire del Norte, que ruge en su inicio salvaje, y del que puede sentirse su terrible poder, si bien, transita finalmente calmo y límpido, pues bien sabemos que “el viento del norte ahuyenta la lluvia” (Proverbios 25:23). Al final de la novela todo lo que queda, el único sonido que se escucha, es el del “viento suave que respira a través de la hierba”, como nos dice el Sr. Lockwood.

La materia prima de la novela es la naturaleza humana cruda y salvaje, desnuda en sus miserias tras la caída, de la que hace buen uso la autora para expresar su arte a través de un simbolismo poderoso. T. S. Eliot señaló que esta novela era el primer ejemplo en la literatura inglesa del «correlato objetivo» como sucesión encadenada de imágenes simbólicas poderosamente evocadoras. Aquí, el viento bramante y los desolados páramos son la imagen potente de una historia impactante. Como dijo Virginia Woolf de la autora, “al hablar del páramo conseguía hacer que el viento soplara y el trueno rugiera”; y el soplo de ese aire salvaje y el rugido del trueno dicen en la novela muchas cosas.

Hay quien dice (incluso sus primeros críticos) que la novela de Emily Brontë carece de moral, que no es posible encontrar una dimensión ética en ella. No obstante, algunos otros –entre los que modestamente me encuentro–, piensan que se trata de un cuento cautelar, precautorio. Quizá esta generalizada incomprensión nazca de lo que señala, agudamente, Joseph Pearce: “sin conocer la profunda fe cristiana de Emily Brontë, es tentador ver “Cumbres Borrascosas” como un retrato comprensivo de la pasión carnal en lugar de un cuento de advertencia contra ella. En estos casos, la distancia filosófica crucial entre el autor y sus protagonistas es la clave para comprender el significado más profundo de las obras”. Hay por tanto que conocer al autor y no desconocer que las hermanas Brontë crecieron en un hogar de intenso sentido religioso.
Fijémonos para ello en los comportamientos de los protagonistas y en el resultado de sus acciones: el más mínimo retazo de verdadera felicidad que cualquiera de ellos experimenta es el resultado de la bondad amorosa, es decir, paciente y misericordiosa, como nos canta San Pablo. Incluso se resalta por algunos la importancia de la extraña forma de morir de Heathcliff, puesta en relación con la pérdida de su deseo de venganza y con una especie de redención. Viceversa, podría sacarse una lección parecida de las malas acciones. Como recoge una reseña de la época, "El lector recibe una impresión desagradable, repugnante casi hasta la náusea por los detalles de crueldad, inhumanidad, del odio y la venganza más diabólicos. Y después aparecen pasajes que testimonian poderosamente la fuerza del amor, que actúa incluso sobre los demonios con forma humana.
¿O quizá sea mucho pedir a la novela? 
No sé, pero, en todo caso, la narración mostrará a los chicos, como buena novela de “ritos de paso” que es, el tránsito, a veces doloroso y desconcertante, de la inocencia a la experiencia a través de una gráfica comprensión del mundo de los adultos. Esta historia pretende perforar el corazón, y a fe que lo hace. Sus jóvenes lectores no quedarán indiferentes.
No olviden tampoco que, como todas las buenas obras, deberían releerla cuando adultos. Será en ese momento en el cual la exaltada y romántica de la pasión de Heathcliff y Cathy podrá ser vista en su verdadera dimensión; como señala Marianne Thormählen en su estudio Christian Ethics in Wuthering Heights, “a menudo se ha dicho que Cumbres borrascosas es una novela sobre los niños (...). Esa observación resulta cierta, y recuerda a Corintios 1, 13:11: “Cuando era niño, hablaba como niño, entendía como niño, pensaba como niño; pero cuando llegué a ser hombre, dejé de lado las cosas de niño”. Tal vez se pueda decir que algo así sucede cuando Heathcliff pierde el apetito de venganza a la edad de cuarenta años: el vengador diabólico se convierte en un hombre, en un ser humano, ya que el amor es finalmente capaz de invadir su conciencia; y dicho cambio lo lleva fuera de este mundo, a unirse a su amada Cathy, sea lo que sea y donde sea que ella esté”.
Me gusta pensar que es así, pero reconozco que pocas novelas han dado tanto de que hablar y tan poco sobre lo que estar de acuerdo; Harold Bloom la señala como “una anomalía que no tiene un género claro” y E. M. Foster, a diferencia de lo que aquí señalo, recalca que “ningún gran libro está más aislado de los universales del Cielo y del Infierno que este”. 

En todo caso veo claro que al menos pueden darse dos lecturas distanciadas entre sí por los años y la experiencia. Pero los adolescentes, en su primera y apasionada lectura, carecerán por sí solos de la madurez, la sazón y el conocimiento para llegar hasta fondo espiritual que he comentado. En este sentido, quizá no sea una mala indicación orientarles de la manera comentada. 
Aún así, quizá la historia pueda inspirar o hacer crecer en el joven lector una sapiencia poética sobre el corazón humano y los riesgos de sucumbir a sus impulsos. Por poco que quede tras su lectura, podría, no obstante, ser suficiente alimento; como dijo Wordsworth:

“Gracias al corazón humano,
por el cual vivimos,
gracias a sus ternuras, a sus
alegrías y a sus temores, la flor más humilde al florecer,
puede inspirarme ideas que, a menudo,
se muestran demasiado profundas
para las lágrimas.”

Que así sea.

Para chicos de 15 años en adelante.


Comentarios

  1. exquisito....como siempre.

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  2. Me encanta este blog y todos los libros que comenta. La mayoría de ellos los he leído con mis hijos en voz alta, pero Cumbres borrascosas lo recomendaría para mucha más edad. Ni siquiera a mi hijo de 18 años le invitaría a leerlo. Creo que en la medida de lo posible hemos de preservar también la "inocencia" de los niños y los jóvenes y este libro me resulta demasiado desesperante. Yo lo he leído de adulta y no he logrado vislumbrar ni un ápice de esperanza en sus páginas. Es mi modesta opinión y desde luego cada uno conoce a sus hijos mejor que nadie.
    Un cordial saludo.

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    1. Sin duda las lecturas deben acomodarse no solo a la edad física de los chicos sino también a la psicológica y a su grado de madurez. Y nadie mejor que sus padres para saber esto. Y si bien la lectura que niños y jóvenes pueden hacer de un determinado libro difiere en enfoque y profundidad de la que pueda realizar un adulto, en ciertas obras es conveniente acompañarlos y hacer un seguimiento cercano de su itinerario lector y en otras diferirlas hasta mejor oportunidad. Pero siempre el criterio deberá ser el de los padres.

      Muchas gracias por sus opiniones Paloma.

      Un saludo cordial.

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  3. Equilibrado análisis, Miguel.

    Sin ánimos de polemizar, copio de una crítica (en el sitio Filmaffinity) a la versión cinematográfica de Wuthering heights alguno de los duros párrafos referidos a cierta literatura romántica británica; preguntándome si acaso el autor no pudiera tener algo de razón:

    "Dentro de la gran literatura que consideramos como libros imprescindibles también tenemos mucho duro a cuatro pesetas, sobre todo dentro del Romanticismo británico que está inflado a más no poder y mucho más en nuestros días por la corriente feminista.
    Las hermanas Brönte, unas aficionadas que jugaban a ser escritoras, se llevan la palma sin lugar a dudas. Y dentro de ellas creo que “Cumbres borrascosas” de Emily es el mejor ejemplo de esto, ya que a mi juicio es bastante peor que “Jane Eyre” escrito por Charlotte.
    (...)
    Todo este tipo de historias pseudorománticas pero que no son otra cosa que culebrones para cerebros catatónicos como el de la Emily Brontë una de las niñas cargantes del romanticismo británico que a la larga se han perpetuado con gente como la sobrevalorada Virginia Woolf y terminar en nuestros días con “escritoras” como Laura Esquivel, Isabel Allende, Espido Freire o Carmen Posadas entre otras, aunque me gustaría decir que no es un tema únicamente femenino ya que obras tan estúpidas como "Madame Bovary" están escritas por un hombre como Gustave Flaubert. Y es que confundir pedantería con auténtico romanticismo del bueno como hace Goethe en “Wilhem Meister” y en “Werther” es muy fácil. El problema es que los británicos nunca podrán ser alemanes ni literaria ni filosóficamente hablando.
    En cuanto al argumento, decir que no hay argumento, sólo un culebrón con todos los ingredientes que a la gente simple le gusta como pobres que luego son nobles, bodas, celos, malos malísimos, gente escuchando tras la puerta, malentendidos, triángulos amorosos, bailes refinados, caballos al galope, romanticismo ñoño con algo de toques de ambiente gótico pero menos que nada."

    El texto completo de la crìtica aquí:
    https://www.filmaffinity.com/ar/user/rating/738351/949217.html

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    1. Como bien dice, no voy a polemizar, pero estará conmigo en que al crítico es un poco germanófilo y un poco anglófobo y se le nota mucho.

      Un cordial saludo.

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