NIÑAS LITERATAS (II)

Santa Hildegarda de Bingen (1098 - 1179).



«Por lo tanto, tú, ¡oh, hombre!, di las cosas que veas y oigas; y escríbelas no según tu parecer ni según el de otro hombre, sino según la voluntad del que sabe, el que ve y el que dispone todas las cosas en los secretos de sus misterios.»

Santa Hildegarda de Bingen.


«¡Oh musas, oh altos genios, ayudadme!»

Dante.



Santa Hildegarda de Bingen, con quien abrimos esta entrada, fue un personaje religioso, cultural y científico de primer orden en la Baja Edad Media. Y si bien fue nuestra santa muchas cosas, entre ellas se encuentra, sin ser la menos principal, la de ser una escritora. Escribió por encargo de Dios, ya que se sabía llamada a anunciar al clero y al pueblo lo que Dios le manifestaba y quería que se hiciera saber. Y así, nos dejó poemas, relatos y otros escritos, todos ellos místicos, profundos y reveladores de aquello que Dios le inspiró.

Las jóvenes protagonistas de que vamos a hablar también sintieron una llamada, temprana como santa Hildegarda, pero de otro orden; siguiendo a Pascal podríamos decir que, si la llamada de la santa corresponde al  orden primero y más alto, el llamado orden de la caridad, la de las jóvenes de que trataré más adelante corresponde más bien al segundo, el llamado por el pensador francés el orden del espíritu y por los clásicos, la llamada de las musas.

Porque todas ellas escriben y casi su vida entera se vuelca en el escribir. Sus nombres son Emily y Betsy y de ellas he hablado brevemente en la anterior entrada (NIÑAS LITERATAS (I)), donde traté de forma general este subgénero de relatos en el cual las protagonistas se tornan, en el devenir de sus vidas, escritoras. Y si bien es cierto que en esa otra entrada mencioné igualmente a Jo March, hoy no hablaré de ella, puesto que la obra donde Jo nace y vive (Mujercitasserá objeto de una entrada especial y propia.

Como entonces dije, estas dos protagonistas son escritoras de las de verdad, vocacionales y auténticas, y por esa razón sus novelas son las más interesantes en relación al tema de la iniciación en el arte de la escritura, al mostrarnos, de primera mano, el desenvolvimiento de un alma traspasada por la inspiración de Melpómene o alguna de sus hermanas. Y eso no es todo, ya que estos libros son de igual manera educacionales, porque la visión que transmiten no es solo romántica, sino práctica: hay un fascinante elemento de profesionalismo en ellos, una asunción realista de lo que significa la vida de escritor y el coste personal que supone el tratar de vivir de ello; así nos encontramos con manuscritos que rehacer, con las distintas formas de presentación de los escritos, con las angustias causadas por la cumplimentación de los plazos de entrega, con el agridulce trato con editores, con el muro inexpugnable que, las más de las veces, supone la página en blanco, con los rechazos y las decepciones, con el éxito y el fracaso, etc. En suma, un somero cursillo de aquello que espera a quienes quieran embarcarse en la grandiosa, a la par que ingrata, profesión de escritor.   

Y dicho esto, comienzo:

La serie de Betsy, de Maud Hart Lovelace (1892 – 1980).

Portadas del primer libro y de uno de los últimos de la serie.

La serie de libros de Maud Hart Lovelace sobre Betsy, su familia, y su amiga Tacy, comenzó a publicarse a principios de la década de 1940 y continuaron hasta bien entrada la década siguiente. Ambientada en la Minnesota rural de finales del XIX y principios del siglo XX, en un lugar llamado Deep Valley, la historia comienza presentándonos a Betsy y sus amigas cuando comienzan la escuela y continúa con varios libros más (hasta 10 conforman la serie), en los que se nos relatan sus aventuras cotidianas durante la adolescencia y juventud y hasta su casamiento, el último libro de la serie, titulado La boda de Betsy (1955).

Los libros (de tintes autobiográficos) relatan la historia de una idílica niñez del Medio Oeste, en un pequeño pueblo, pero también reflejan los cambios que apareja la entrada del nuevo siglo, desde los primeros carruajes sin caballos hasta los ecos de la I Guerra Mundial.

Como en otras series de niñas que crecen (Anne Shirley en sus Tejas Verdes es el paradigma), las primeras cuatro historias, los libros de infancia, con sus delicados dibujos del brillante ilustrador Lois Lenski, son las más recomendables.

Ilustraciones de Lois Lenski, con las niñas en los primeros libros y Betsy aprendiz de literata.

Sin duda Betsy no llega a la altura literaria de sus hermanas mayores (Ana, la de Tejas Verdes, Emily, la de Luna Nueva, Rebeca de la Granja Sol y, sobre todo, Mujercitas), pero tiene un encanto reconocible a primera vista y constatable ya desde sus párrafos iniciales. Los primeros libros están escritos en un lenguaje sencillo con un vocabulario igualmente sencillo, adecuados para ser leídos por un niño; los siguientes crecen en complejidad narrativa a medida que Betsy y sus amigas crecen también.

De esta manera, las primeras historias, desbordantes de imaginación, están llenos de muñecas de papel y juegos al aire libre, y en las postreras encontramos viajes, amor y pérdida, y una apreciación de que el mundo es un lugar grande y complicado, pero hermoso. En estos últimos relatos hay una profundidad sorprendente, en particular, cuando se presenta a Betsy tratando de tomar en serio su vocación literaria mientras enfrenta las dificultades propias de la adolescencia, y más adelante, con las tribulaciones, afanes y problemas que conlleva todo inicio profesional y la relación de esta vocación literaria con su vida personal y el matrimonio.

Lamentablemente, esta serie no ha sido traducida al español y solo está accesible en inglés; no obstante no se requiere un nivel de ingles avanzado para disfrutar de las primeras historias.


(De 8 a 15, según los libros).

La serie de Emily, de Lucy Maud Montgomery (1874 – 1942).

Portadas de las últimas ediciones en castellano de Emily, de la Editorial Almuzara.

Lucy Maud Montgomery escribió en 1920: "Ahora quiero crear una nueva heroína, que está ya en embrión en mi mente. Su nombre es Emily. Tiene pelo negro y ojos gris violáceo. Deseo contarle a la gente todo sobre ella".

Cuando la señora Montgomery escribía estas líneas era ya una renombrada escritora gracias a la creación de un personaje literario inolvidable: Anne Shirley, la de Tejas Verdes. Emily no alcanzaría la popularidad de Anne, pero, tanto en calidad literaria cuanto en encanto e interés, ambos están a la par.

La serie se compone de tres novelas: Emily, la de Luna Nueva (1923), Emily, lejos de casa (1925) y Emily triunfa (1927).   

Como Anne Shirley, Emily Starr es una jovencita tenaz, dotada de gran imaginación, pero todo lo que tiene Anne de extroversión lo tiene Emily de circunspección. Ambas niñas crecen en medio de las bellezas de la isla del Príncipe Eduardo (Anvolea y Luna Nueva se encuentran muy próximas), y aun cuando son muy distintas, hay entre ellas algo que las une, y no solo es el escenario donde transcurren sus historias. Mis dos hijas fantasearon con la posibilidad de que ambas niñas pudieran conocerse y ser amigas. 

En todo caso, aunque Anne es una chica con una cierta cantidad de talento para escribir pequeños versos y cuentos románticos, no es comparable en este aspecto con Emily, una escritora de verdad. 

Los libros de Emily sobre todo el último, son más sombríos que los de Anne, y se percibe que la señora Montgomery pone en ellos, sin mucho pudor, grandes retazos de su propia vida. Son libros donde se palpan las inquietudes y las ambiciones literarias de una joven talentosa y decidida; relato de una vocación, de una llamada, irresistible cuando acontece, a las Letras y al quehacer literario. 

Emily en los tres libros, según Ben Stahl (1910-1987), ilustrador de algunas de las portadas de ediciones anteriores, como las de Ediciones Salamandra (en mi opinión, mejores ilustraciones que las de la edición de Almuzara).

«Puedo escribir poesía», les dice Emily a los otros niños el primer día de escuela. Se trata de toda una declaración de intenciones; pero Emily no solo puede escribir (poesía y muchas otras cosas), sino que, como todo escritor, se ve impelida a escribir, siente la necesidad de escribir y ve la escritura como consuelo y como bálsamo.  

La serie es altamente recomendable. A mis hijas les encantaron los libros, e incluso sufrieron un poco con el último, con el sufrimiento vicario que acontece cuando se contemplan en otro las tribulaciones, los desasosiegos y los sinsabores de toda maduración, y, además, con la impotencia de la distancia propia del lector. Sin embargo, hay que decirlo también, disfrutaron mucho con un desenlace acorde con el título de la novela.

(De 8 a 12, según los libros). 


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