LOS CUENTOS DE HADAS: UNA PEQUEÑA LISTA (I)

Ilustración de Kate Greenaway (1846-1901).




«Los cuentos de hadas abren una puerta al Otro Tiempo, y si la traspasamos, aunque sólo sea por un momento, nos quedamos fuera de nuestro propio tiempo, fuera del Tiempo mismo, tal vez.»

J. R. R.  Tolkien





Sabemos que el origen de los cuentos de hadas tradicionales se pierde en el tiempo. Sabemos igualmente que en un determinado momento algunos hombres tuvieron la prevención y el acierto de recolectarlos y guardarlos en libros maravillosos. Y también sabemos que hubo un tiempo en el que, fascinados por aquellas historias, los hombres urdieron otras no menos afortunadas. Aquí pasaré a referir algunas de ellas, aquellas a las que mis hijas dedicaron sus más encendidos elogios y dedicación. Espero que se las ofrezcáis a vuestros hijos y las degusten con provecho.


El Rey del Rio de Oro. John Ruskin. 1851.

Versión ilustrada por Elizabeth M. Fisher (1927).




John Ruskin era un apasionado de los cuentos de hadas y su estética. Sostenía que su exposición a las leyendas de hadas cuando niño afectó decisivamente a su carrera como el crítico estético y cultural más importante en la Inglaterra victoriana. En Tierra de hadas (dos conferencias dictadas en 1883 sobre ilustradores como Kate Greenaway y Helen Allingham), se pregunta sobre “su formación inicial” como creyente en lo maravilloso: “escenas de California y las Montañas Rocosas podrían ser más maravillosas que cualquier imaginario de Las Mil y una noches”, pero aún así, “por mucho que lo intentara, el impacto temprano de los cuentos de Grimm de 1823, ilustrados por George Cruikshank, es algo muy difícil de exorcizar”.

Título diseñado por Richard Doyle (1824-1883).


Este impacto producido en su infancia por los cuentos de hadas probablemente llevó a Ruskin a escribir y publicar El rey del río de oro, el primer cuento de hadas para niños de la época victoriana; apareció en 1851, con las  bellas ilustraciones de Richard Doyle. A pesar de que Ruskin no daba importancia a esta pequeña obra (“una imitación bastante buena de Grimm y Charles Dickens, aderezada con cierto sentimiento personal”), su éxito incitó a escritores como George Macdonald y Lewis Carroll a comercializar sus propios cuentos fantásticos. Ruskin siempre sostuvo la pureza de los cuentos de hadas clásicos, argumentando que, si se mantenían intactos, podrían actuar como armada cultural en los combates “contra el frío glacial de la ciencia”.

El cuento es delicioso. Ciertamente respeta esa pureza ancestral de la que habla Ruskin –con el elemento fantástico del Viento del Sudoeste y sus sobrenaturales intervenciones–, y contiene un mensaje moralizante que realza la generosidad frente a la codicia y el egoísmo. Como curiosidad, señalar que fue escrito por el autor en 1841 para entretener a su pequeña prima Effie Gray (que contaba 12 años), con la que acabaría contrayendo matrimonio siete años después (enlace no consumado y anulado, tras el cual Effie volvería a casarse en segundas nupcias con el amigo de Ruskin, el pintor Everett Millais).










La Rosa y el Anillo. William Makepeace Thackeray. 1854.
Edición de 1907 ilustrada por Gordon Browne (1856-1932).



Thackeray escribió este cuento deliberadamente, con la intención de desafiar y hacer frente también a lo que Ruskin llamó “el frío glacial de la ciencia”. El libro se publicó en 1854 y fue escrito para sus hijos durante la Navidad de 1853; es una fina combinación de cuento de hadas y teatro de pantomima, a través de la cual Thackeray cuenta la historia de un príncipe que ha perdido su reino, de una princesa que ejerce de doncella en un castillo, de una malcriada princesa, de un hada bien intencionada, de un príncipe feo, y de una rosa y un anillo mágicos.

Ilustración de la edición de 1907.


La historia consigue enganchar al lector ya desde el título. La vena satírica de Thackeray está presente, cómo sino, pero el cuento es delicioso para los niños, con continuos malentendidos y una jocosa sucesión de enredos y complicaciones, ya que la persona que tiene la rosa o el anillo aparece ante los demás hermosísima al punto que todos se enamoran de ella, y aunque inicialmente el hada da la rosa a uno de los protagonistas y el anillo a otro, pronto ambos objetos cambian de mano para regocijo del lector. A partir de los nueve años.


La Princesa Ligera. George Macdonald. 1864.

Ilustración y portada del prereafaelita Arthur Huhges (1832-1915).



¿Qué podría acontecerle a una pequeña princesa que no pesaba nada y flotaba tan fácilmente como una pluma? Aquí Macdonald trama una fantasía humorística con una enseñanza moral sencilla y directa.

El cuento narra cómo, el día de su bautismo, una pequeña princesa recibe un hechizo de una maliciosa tía; a causa de ello estará condenada de por vida a permanecer desprovista de gravedad, tanto en el sentido físico (no puede sino flotar en el aire), cuanto en el espiritual (es incapaz de cualquier sentimiento grave y profundo). Los intentos para curarla de su mal dan lugar a situaciones divertidas. A los diecisiete años la princesa descubre que sumergida en el agua el hechizo no le afecta, razón por la cual pasa su tiempo bañándose en un lago cercano. Aparece en escena un príncipe que se enamora perdidamente de la muchacha. Pero la malvada tía comienza a vaciar el lago; para frustrar las torvas intenciones de la tía y salvar a su amada, el príncipe, en un gesto heroico, decide sacrificar su vida. Cuando la princesa ve al príncipe desaparecer bajo las aguas es bruscamente consciente del amor que siente por él, lo que deshace el hechizo y el cuento termina felizmente.

Sin duda la historia tiene varios niveles de lectura y tras la diversión y la emoción, nos encontramos en el relato una referencia alegórica al difícil paso de paso de la infancia a la madurez; así el lector asiste a la vida de la princesa desde su nacimiento hasta el descubrimiento del amor que marca su pasaje a la edad adulta. Desde los nueve años.


La espina de pescado mágica. Charles Dickens. 1868.

Portada ilustrada por F.D. Bedford (1864-1954).



Dickens era un escritor muy versátil, capaz de escribir extensas novelas por entregas a la vez que breves historias. En este caso se trata de un cuento de hadas curioso.

La princesa Alicia es la hija mayor de un rey bastante pobre, el rey Watkins I, que tiene 19 asombrosos hijos. El hada Gran Marina, una anciana “vestida de seda de la más rica calidad y con olor a lavanda seca”, visita al rey Watkins cuando este acaba de comprar un salmón y le ordena compartirlo con la princesa Alicia, a la que habrá de darle una de sus espinas. La princesa  deberá frotar y pulir la espina hasta que brille como madreperla, ya que entonces esta se volverá mágica y concederá un solo deseo, siempre que sea solicitado en el momento oportuno.

Ilustración de F.D. Bedford.

El relato es peculiar, primero porque Dickens fingió, genialmente, que había sido escrito por una pequeña niña de siete años llamada Alice Rainbird. En segundo lugar, porque la historia tiene, cómo no, moraleja; cualquier adulto captará rápidamente el significado que está detrás de la trama: que por lo general podemos resolver los problemas a que nos enfrentamos y solo tenemos que pedir ayuda especial cuando realmente hemos hecho todo lo que podemos hacer.

“Como con la gracia”, dijo una de mis hijas, cuando comentamos en su día el cuento. “Nosotros tenemos que ser lo más buenos que podamos, pero para ir al Cielo necesitamos la ayuda de Dios”. “¡Eso es!” le dije, y pensé satisfecho para mis adentros: “parece que la instrucción del padre Raúl da sus frutos”.

Con o sin moraleja, el cuento es fantástico, divertido y, como podríamos esperar de Dickens, está muy bien escrito. Además, la edición publicada recientemente en España cuenta con el atractivo de las maravillosas ilustraciones de F. D. Bedford. Por ello lo recomiendo, tanto su lectura colectiva en voz alta, como la lectura individual en niños de siete años en adelante.


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Comentarios

  1. Hola Miguel, gracias por seguir con este noble trabajo. Quería consultarte si tienes algún correo electrónico para contactarme contigo o si deseas te paso el mío y tu me escribes a mí. Gracias.

    Enzo

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    1. Muchas gracias por tu comentario y tu interés Enzo. Si quieres pásame el correo.

      Un cordial saludo.

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    2. enzogonza@hotmail.com

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  2. Hola. Lo felicito por este maravilloso blog. De a poco voy avanzando en los posts con gran deleite, aunque me cuesta seguirle el paso, je.
    Le hago una sugerencia que nos puede ser de gran ayuda a los que no conocemos la mayoría de los libros que propone: podría consignar para qué edades son recomendados, así la empresa de conseguirlos se encauza de acuerdo al interés de cada quién.
    Agradecido por su precioso trabajo.

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    1. Tiene usted razón Diego; tendré que revisar las entradas y dar una aproximación de edades, con la flexibilidad correspondiente.

      Gracias por los ánimos.

      Un saludo cordial.

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  3. Estoy entusiasmada con su blog. Mi hijo tiene solo 5 años pero ya sigo sus recomendaciones, para mi deleite también. Gracias por esta labor

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