EL REY ARTURO Y SUS CABALLEROS


El último sueño de Arturo en Avalon de Edward Burne-Jones (1833-1898).


Les hice poner sus manos en las mías y jurar
Reverenciar al Rey, como si fuera
Su conciencia, y a su conciencia como a su Rey,
Combatir a los paganos y sostener a Cristo,
Cabalgar sin fatiga reparando injusticias,
No calumniar ni dar oídos a la calumnia,
Honrar su propia palabra como si fuera la de su Dios,
Llevar vidas dulces en la más pura castidad,
Amar a una sola doncella, apegarse a ella,
Y adorarla por años de nobles obras,
Hasta que de ese modo consigan ganar su corazón…

Los idilios del Rey. Alfred Tennyson 


No creo que pueda dudarse de que las historias del Rey Arturo siguen despertando fascinación. Desde que en los tiempos míticos, bajo espesas brumas de hoscos páramos, fueron urdiéndose las leyendas de “un rey que nunca nació” y que “nunca morirá” (a decir de Chesterton), desde que en las postrimerías del Medievo un tal Malory afanase con cuidado y estilo aquellas historias originales de runas y de piedra, y tales relatos y leyendas llenasen las noches al fuego de innumerables hombres, hasta llegar a nuestro tiempo presente, mecanizado y distraído, han pasado muchos inviernos, sí, pero a pesar de ello, el Rey Arturo, el rey “que nunca morirá”, está aún aquí, entre nosotros ¿Con menos presencia? Quizá, pero no con menos vitalidad.

Decía para la posteridad el editor Caxton, desde su tosca imprenta en aquella jornada de 1485, que en aquel libro que Sir Malory había escrito y que él había devorado con fascinación y se proponía imprimir, hallaríamos “muchas divertidas y agradables historias y actos nobles y de renombre… Haced después el bien y dejad el mal, y esto os traerá la buena fama y el renombre. Y para pasar el tiempo este libro será agradable de leer” ¡Y tanto! ¡Qué magnífica historia!

Edición de La muerte de Arturo de 1906.

Un prolijo compendio de aventuras, de luchas y de amores, de abnegación y sacrificio; un espejo para la juventud, con la enseñanza del más alto ideal de la virilidad: el del caballero cristiano. La virtud marcial y heroica, la importancia vital de la Eucaristía y la clara representación del heroísmo de la santidad. Eso y, además, mucha emoción y mucha acción y mucha pasión son y serán por siempre las historias del Rey Arturo y sus caballeros. Como dijo una vez alguien, se trata de “historias de aventura y osadía, magia y conquista”. ¿Quién podrá resistirse?

Sin perjuicio de hacer mención a los ilustres antecedentes –como son la Historiae Regum Britanniæ del clérigo Godofredo de Monmouth, los relatos del también clérigo Chrétien de Troyes y sus caballeros de la Carreta y del León, y la denominada Vulgata francesa– la historia de Arturo, rey en los brumosos paisajes de Avalon y Camelot, es patrimonio de ese caballero inglés llamado Thomas Malory y su monumental La muerte de Arturo (1485). Hablamos del relato definitivo de la leyenda del Rey Arturo; ninguna de las posteriores recreaciones del mito llega a la altura de la de Malory, cierto, pero no es menos cierto que aquí, entre padres, tratamos de libros y de niños y esta última parte, la de los niños, es la fundamental; por lo tanto, tenemos que pensar en ellos.

La buena suerte de Edmund Blair-Leighton (1852-1922) y Tristan e Isolda con la poción de John W. Waterhouse (1849-1917).
  
Y es que aunque La muerte de Arturo de Malory, pese a su antigüedad, es sumamente legible –gracias a su estilo llano y sin excesivos ambages–, resulta excesiva para los niños (en este caso estamos hablando de niños de entre 11 y 15 años y de un libro de casi 1.000 páginas). En todo caso, este es un libro fuente al que hacer homenaje, un cofre del tesoro al que han acudido a lo largo del tiempo otros bardos (algunos no menos ilustres que Malory, si bien menos afortunados y menos obsequiosos para con nosotros) para tomar prestadas historias y personajes y tejer un nuevo tapiz, bajo una nueva luz, dando así lugar a una nueva vida literaria del Mito Artúrico. 

Es más, el Arturo de Malory nos ha dado muchas otras cosas a las que podrán acceder con más facilidad nuestros hijos si se acercan a estos libros: poemas (Los idilios del Rey y La Dama de Shalott de Tennyson; La Muerte de Arturo de Chesterton; Taliessin de Charles Williams), pintura, escultura, arquitectura y diseño (el renacimiento del medievalismo del XIX encabezado por los Prerrafaelitas, especialmente Dante Gabriel Rossetti, Edward Burne-Jones y William Morris, devotos de todas las cosas medievales y artúricas), las novelas que comentaremos más adelante y otras más que no mencionaremos, y además, opera,  teatro, cine, comic…

El logro del Grial diseñado por Edward Burne Jones (1833-1898)y tejido por William Morris (1834-1896).
  
No debemos preocuparnos por la complejidad de La muerte de Arturo; existen traducidas al castellano versiones posteriores al libro de Thomas Malory, accesibles y atractivas, pensadas incluso expresamente para los niños, donde se les cuenta de forma amena la fascinante historia desde el momento en el que el joven Arturo libera la espada Excalibur de la piedra, pasando por la búsqueda del Santo Grial, y terminando en la tragedia final de la última batalla.

Me refiero a los libros escritos por Howard Pyle y por Roger Lancelyn Green.

Pyle escribió en cuatro volúmenes la leyenda artúrica (La historia del rey Arturo y sus caballeros, La Historia de los Campeones de la Mesa RedondaLa Historia de Sir Lancelot y sus compañeros y La Historia del Santo Grial y la caída de Arturo), de los cuales solo se ha traducido al castellano el primero (por Anaya).

Portada del libro y una de sus ilustraciones de Howard Pyle (1853-1911).

La historia está contada en un estilo colorido y romántico, con un aire de cierta ingenuidad. Es verdad que la versión de Pyle no sigue a Malory tan cerca como otras versiones, pero las líneas por él escritas transpiran autenticidad, razón por la cual no carece del vigor y de la acción del original. Los dibujos –del propio Pyle– son magníficos, realizados con clara intención en una especie de estilo prerrafaelita.

En cuanto al libro escrito por el inkling Roger Lancelyn Green, he de decir que es estupendo. Titulado El Rey Arturo y sus caballeros de la Tabla Redonda (Ediciones Siruela) y bellamente redactado en un estilo que conserva la cortesía y la gracia de los originales medievales, incluye elementos tomados no solo de Malory, sino también de los relatos galeses del Mabinogion, de las novelas de Chrétien de Troyes y de viejas baladas inglesas. Accesible tanto a los niños como a los mayores, se trata de una perfecta introducción al mundo artúrico. En palabras de Charlotte Yonge, “el que mejor prepara el camino para Malory y Tennyson”. Además, la edición en castellano contiene las ilustraciones del esteta Aubrey Beardsley; una delicia.

Portada e ilustración del libro por Aubrey Beardsley (1872-1898). 

Hay otras dos versiones editadas en castellano y en cierto modo escritas pensando igualmente en los niños y los jóvenes; me refiero a Los hechos del rey Arturo y sus nobles caballeros de John Steinbeck (EDHASA) y la obra de T.H. White Erase una vez un joven rey, editada en castellano como La Leyenda del Rey Arturo en cuatro tomos: La espada en la piedra, La reina del aire, El caballero malhecho y Una vela al viento (Biblioteca de la aventura, Editorial Debate). La primera es una obra inacabada de Steinbeck, y eso se nota; y la segunda, a excepción del primer libro, se torna oscura en todos los demás, por lo que es poco aconsejable en mi opinión. 

Y vamos terminando. Ya hemos comentado en otras entradas como el mito o la leyenda convenientemente presentadas dan a los niños una multiplicidad de bienes: un modelo en el que creer, un paisaje moral sobre el que desarrollarse sólidamente, un mundo fantástico al que poder volar con la imaginación, una referencia a imitar y un acervo cultural tradicional al que admirar y del que aprender. Eso –como todos los buenos cuentos– les dará Arturo y su leyenda, pero muy especialmente, esta historia alimentará en los niños el heroísmo, un heroísmo que sin darnos cuenta surgirá rompiente en sus corazones como algo natural, con la ferocidad alegre propia de la infancia.


Comentarios

  1. Excelente y bellísimo post, don Miguel.
    Pregunta: ¿qué sabe de "la caída de Arturo" de Tolkien?

    Gracias y saludos,

    J.A.F.

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    1. Un saludo Don José.

      Como siempre abriendo nuevas puertas. Es de agradecer.

      Lo cierto es que no sé mucho sobre el citado poema. Es desde luego enigmático que Tolkien, siendo británico y con su consabido amor a las leyendas y a los mitos, dejase de lado en su extensa obra, de forma tan evidente, una de las mayores leyendas británicas.
      "La caída de Arturo" fue iniciado antes del "Hobbit" y luego prematuramente abandonado, de tal forma que fue su hijo quien póstumamente publico el poema inacabado.
      Eso, como digo, me intrigó. Al parecer podría haber dos razones para ello, que Tolkien habría expuesto en una de sus cartas. La primera que él estaba sumamente interesado en los mitos y leyendas nórdicas y britanas y consideraba de poco interés la leyenda artúrica por su origen francés. La segunda estaría relacionada con esa aversión que Tolkien tenía a exponer de forma expresa en la obra de arte la religión cristiana; el drama artúrico adolecería de ese defecto, que él había reprochado a "las Crónicas de Narnia" de su amigo C. S. Lewis.
      Pero es verdad que es una pena que el poema no fuera terminado, poema que, en todo caso, reconozco no haber leído.

      Un saludo cordial.

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    2. No sabía de esto, Miguel. Muchas gracias por la respuesta.
      Saludos,

      J.A.F.

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