Joven niña leyendo de Federico Zandomeneghi (1841-1917). «No merece la pena leer ningún libro a los cinco años a menos que merezca la pena leerlo también a los cincuenta y más.» C. S. Lewis |
Hace poco he leído un artículo científico sobre el asunto de los gustos literarios de los niños en relación con las recomendaciones de los adultos, esto es, si estas influyen en aquellos y en qué medida. El estudio se efectuó en EEUU y se concentró en dos listas anuales de los mejores libros infantiles en los Estados Unidos entre los años 1974 y 2004: los Libros Infantiles Notables de la Asociación Americana de Bibliotecas –elegidos por un comité de bibliotecarios– y las selecciones hechas por niños de la Asociación Internacional de Lectura por los Niños. Los resultados fueron bastante desoladores: en lugar de una superposición esperada del 50% de los títulos (porcentaje que a mí ya me parece bajo), sólo se encontró un solapamiento del 4,36% promediado por el período de treinta años. Estos resultados sugieren una divergencia significativa entre los criterios de los adultos y los gustos de los niños.
Como era de esperar, el articulo finalizaba con unas recomendaciones para afrontar la cuestión (“si es que queremos ayudar a todos los niños a convertirse en lectores fuertes y ávidos”, dicen los autores), recomendaciones que apuntaban en el sentido, no de buscar medidas para que los niños apreciasen aquello que los adultos consideraban beneficioso para ellos, sino de pedir a esos adultos que adaptasen sus exigencias a lo que los niños gustaban. Una solución muy moderna esta de dar prioridad al criterio de aquellos que no saben ni tienen siquiera experiencia en el asunto y de dar prevalencia a la apetencia subjetiva del sujeto sobre cualquier otra consideración. Sin duda podemos encontrar el origen de esta tendencia nefasta en nuestro amigo Rousseau y su buen salvaje (¡dejad que el niño desarrolle espontáneamente sus apegos y sus potencialidades!) y también en la tendencia moderna o postmoderna, ya no sé, de mezclar los criterios con los gustos, el deber ser con el ser. Por descontado que con esto no estoy queriendo decir que se deba prescindir de los intereses y gustos de los lectores, en este caso de los niños, por supuesto que no, eso sería suicida. Pero estos deben entrar en una ponderación con otros y ser considerados siempre como un medio y no como un fin.
Tres niñas leyendo de Walter Firle (1859 – 1929). |
Lo relatado es simplemente una anécdota, pero también representa un síntoma, uno más de una enfermedad espiritual que no para de extenderse, y que ya tiene los caracteres de una pandemia moral.
Yo sigo pensando que en esto, como en todo lo demás, el adulto debe guiar al niño hacia lo que es bueno, bello y verdadero, cosa que, por mor de la caída (“la raza humana está implicada en alguna terrible calamidad original”, decía el Cardenal Newman), no es, desgraciadamente, nuestro fluir natural, que más bien tiende al desorden. Sabemos que sin la ayuda imprescindible de la Gracia no es posible subvertir esta tendencia, y que, además, habremos de poner algo de nuestra parte en el combate, al menos habremos de intentarlo; como dejó dicho T.S. Eliot: “para nosotros está el intentarlo, el resto no es cosa nuestra…” .
Yo sigo pensando que en esto, como en todo lo demás, el adulto debe guiar al niño hacia lo que es bueno, bello y verdadero, cosa que, por mor de la caída (“la raza humana está implicada en alguna terrible calamidad original”, decía el Cardenal Newman), no es, desgraciadamente, nuestro fluir natural, que más bien tiende al desorden. Sabemos que sin la ayuda imprescindible de la Gracia no es posible subvertir esta tendencia, y que, además, habremos de poner algo de nuestra parte en el combate, al menos habremos de intentarlo; como dejó dicho T.S. Eliot: “para nosotros está el intentarlo, el resto no es cosa nuestra…” .
Cuentos de hadas de Mary Lightbody Gow (1851 - 1929) y La hora del cuento de Seymour Joseph Guy (1824-1910). |
P or todo ello he insistido, sigo insistiendo e insistiré en la importancia fundamental de nuestra intervención, desvelo y dedicación (inspirada por el amor), en la educación estético-moral de nuestros hijos a través de la literatura, y por lo mismo persisto y persistiré en este blog y en esta actitud de lucha y de combate. Por ello vuelvo con las listas, sí, con los criterios y consejos de adultos, sí (pero no de la Asociación Americana de Bibliotecas, que no me inspira confianza desde hace bastantes años), y alejado de los gustos pasajeros y desordenados de infantes, sí (por otro lado manipulados en sus apetencias por otro tipo de consejeros que, además, son del todo desconocidos personalmente para nosotros los padres: internet, la TV, la radio, la música popular moderna, los videojuegos, el cine y la pseudoliteratura).
Así que ahí va el resto de la lista de John Senior para toda una vida, que el otro día les anuncié, concretamente los estadios por él llamados como Adolescencia (12-16) y Juventud (16-20). La lista es maravillosa, lúcida e inmensamente útil, y ello tanto para aquellos que comulgan con sus creencias (como yo), cuanto para aquellos otros que muestran una inclinación natural por la belleza, la verdad y el bien (afectio esta que también profeso, o eso es mi convicción), pero que quieren mantenerse alejados de lo trascendente (con enormes costos y esfuerzos, sostengo).
Si algo podríamos decir los castellano parlantes de la lista de Senior es que en ocasiones hace defensa de lo local, de aquello que constituye su cultura natal, algo que por otra parte resulta lógico: incorpora muchos títulos sobre la epopeya colonizadora de su país, sea de los primeros colonos, sea del Far West, y se olvida de títulos de altura de la cultura en lengua castellana. En descargo de Senior hay que decir que ya nos lo advierte: “casi todos los autores (de la lista) han escrito muchos libros, algunos tan buenos como los dados; y sin duda hay autores de cierta importancia que accidentalmente pueden quedar fuera”. En todo caso, nada grave, nada que no podamos reparar nosotros mismos. Y no cabe duda de que debemos estarle enormemente agradecidos por su labor de guía, enormemente.
A diferencia de la anterior ocasión, en este caso la lista de Senior viene sola; he tratado de buscarle acompañantes de altura y como no los he encontrado, he preferido dejarlo solo. Creo que Senior se basta y se sobra, veremos qué opinan ustedes. Los suyos son criterios sujetos a ponderación y reflexión, no a gustos, no a apetencias desordenadas. Espero que les resulte útil y grato.
Lista incompleta (y resumida) de John Senior para toda una vida (II):
A diferencia de la anterior ocasión, en este caso la lista de Senior viene sola; he tratado de buscarle acompañantes de altura y como no los he encontrado, he preferido dejarlo solo. Creo que Senior se basta y se sobra, veremos qué opinan ustedes. Los suyos son criterios sujetos a ponderación y reflexión, no a gustos, no a apetencias desordenadas. Espero que les resulte útil y grato.
Lista incompleta (y resumida) de John Senior para toda una vida (II):
ADOLESCENCIA
(edades 12 - 16)
-Bronte,
Emily. Cumbres borrascosas.
-Collins,
Wilkie. La piedra lunar y otros.
-Dampier,
William. Un viaje alrededor del mundo.
-Daudet,
Alphonse. Tartarín, Fromont.
-Dickens,
Charles. Rudge Barnaby; Nicholas
Nickleby; La tienda de antigüedades.
-Doyle,
Arthur Conan. Sherlock Holmes serie; La
Compañia Blanca.
-Du
Maurier, George. Trilby.
-Dumas,
Alejandro. Los tres Mosqueteros y
otros.
-Eggleston,
Edward. El maestro de Indiana.
-Eliot,
George Romola;. Adam Bede; El molino del
Floss.
-Fabre,
Henri. Selecciones de Recuerdos entomológicos.
-Hughes,
Thomas. Días de escuela de Tom Brown;
Tom Brown en Oxford.
-Hugo,
Victor. Noventa y tres; Los Miserables;
El jorobado de Notre-Dame.
-Ibáñez,
Blasco, Vicente. Sangre y arena; Los
cuatro jinetes del Apocalipsis.
-Le Sage,
Alain. Gil Blas.
-Park,
Mungo. Viajes por África.
-Parkman,
Francis. Oregon Trail.
-Poe,
Edgar Allen. Cuentos y poemas.
-Polo,
Marco. Viajes.
-Reade,
Charles. El claustro y el hogar.
-Rodas,
Eugene. Las mejores novelas y cuentos (editado por Dobie).
-Scott,
Walter. Ivanhoe, Rob Roy y muchas
otras.
-Shelley,
Mary. Frankenstein.
-Shakespeare,
Willliam. El sueño de una noche de
verano, Romeo y Julieta, El mercader de Venecia.
-Sienkiewicz,
Henryk. Quo Vadis; A sangre y fuego.
-Swift,
Jonathan. Los viajes de Gulliver.
-Wallace.,
Edgar. Cuatro hombres justos, Sanders del río; otros.
-Wells, HG.
La máquina del tiempo;. El hombre
invisible; otros.
-Wister,
Owen. El virginiano.
JUVENTUD
(Edad 16 - 20)
-Austen,
Jane. Orgullo y Prejuicio; y otros.
-Balzac,
Honore. Papá Goriot; y muchos otros.
-Bellamy,
Edward. Mirando hacia atrás.
-Bernanos,
Georges. Diario de un cura rural.
-Blackmore,
Richard. Lorna Doone; y otros.
-Borrow,
George. Romany Rye; y otros.
-Bronte,
Charlotte. Jane Eyre.
-Buchanan,
John. Los Treinta y nueve escalones; y muchos otros.
-Butler,
Samuel. El destino de la carne; Erewhon
o allende las montañas.
-Cabell,
James Branch. Jurgen; y otros.
-Cable,
George Washington. Viejos días criollos; y otros.
-Cather,
Willa. Mi Antonia; La muerte llama al
arzobispo; y otros.
-Chejov,
Anton. Cuentos; obras de teatro.
-Chesterton,
GK. Serie del Padre Brown; Un hombre eterno;
Un hombre llamado Jueves.
-Colon,
Cristóbal. Cuatro viajes al Nuevo Mundo.
-Conrad,
Joseph. Lord Jim; y muchos otros.
-Cook,
James. Exploraciones del capitán Cook.
-De
Maupassant, Guy. Cuentos.
-Dickens,
Charles. La casa desolada; Nuestro común amigo, Martin Chuzzlewit.
-Dostoievski,
Fiodor. Crimen y castigo; Los hermanos Karamazov.
-Doughty,
Charles. Los viajes por el Desierto de
Arabia.
-Fielding,
Henry. Tom Jones; Jonathan Wilde.
-Hakluyt,
Richard. Viajes al Nuevo Mundo.
-Hawkins,
Anthony Hope. El prisionero de Zenda.
-Hawthorne,
Nathaniel. La letra escarlata; y
otros.
-Irving,
Washington. Vida de Colón; La conquista
de Granada; La vida de George Washington.
-Jackson,
Helen Hunt. Ramona.
-Lagerof,
Selma. Jerusalén. Gosta Berling; y otros.
-Loti,
Pierre. Pescador de Islandia; y otros.
-Manzoni.,
Alessandro. Los novios.
-Melville,
Herman. Moby Dick; Billy Budd; y otros.
-Moro,
Tomás. Lalla Rookh.
-Morris,
William. Noticias de ninguna parte.
-Scott,
Robert. La última expedición de Scott.
-Shakespeare,
William. MacBeth; Hamlet; La fierecilla domada; Como gustéis.
-Stendhal.
El Rojo y el Negro; La Cartuja de Parma.
-Stanley,
Henry Morton. Cómo encontré Livingstone.
-Thackeray,
William Makepeace. La Feria de las Vanidades;. Henry Esmond; y otros.
-Tolstoi,
Leo. Guerra y Paz; y otros.
-Trollope,
Anthony. La serie Barchester.
-Turgenev,
Ivan. Padres e hijos; Nido de Hidalgos; y otros.
-Undset,
Kristin. Sigrid Lavransdatter; y otros.
-Verga,
Giovanni. La casa del níspero; y otros
-Washington,
Booker T . De la esclavitud a la libertad.
Gracias Miguel!! gracias por ayudarnos con tu trabajo a guiar a nuestros hijos en las buenas lecturas para que sean hombre y mujeres de bien, de verdad, de belleza, de inocencia. Verdaderos apóstoles de Cristo en fin, que velen por la salvación de las almas ajenas y propias.
ResponderEliminarAl fin y al cabo, es la verdadera razón por la que los padres no preocupamos por nuestros hijos, que al fin del camino (sea pronto o no) lleguen a la patria celestial junto a la Santísima Virgen y nuestro Señor.
Los padres no traemos hijos al mundo, traemos hijos para la eternidad.
Que San José nos guíe siempre en esta difícil tarea de educar a nuestros hijos y proteja la inocencia de nuestros niños como lo hizo con el Divino Niño.
Enzo. Adelante!!
Muchas gracias Enzo, de verdad.
EliminarSuscribo su invocación a San José, que buena falta nos hace.
Un saludo cordial.
Gracias por la lista, aunque, en efecto, está muy escorada hacia el inglés. Leyéndola, daría la impresión de que los ingleses y norteamericanos han escrito tres cuartas partes de la buena literatura mundial.
ResponderEliminarEn cuanto al tema del principio, creo que conviene tener dos cosas en cuenta. En primer lugar, habría que ver si esas "recomendaciones de los adultos" son buenas, porque a menudo lo que se recomienda leer en los colegios de España es malísimo y refleja más los prejuicios e ideologías de moda del profesor que la verdadera belleza de los clásicos. Recuerdo, por ejemplo, que en el colegio me hicieron leer la Edad Prohibida y me asqueó. Es un libro que quizá pueda ser interesante para un adulto, pero que es lo menos apropiado del mundo para la mente limpia e ingenua de la niñez. Algo parecido recuerdo de Las uvas de la ira, aunque más escorado hacia el simple aburrimiento (todo esto teniendo en cuenta que, en aquella época, yo leía a todas horas, sin parar, incluida buena literatura antigua). En general, opino que los niños hacen bien en rechazar una gran cantidad de basura que les ofrecen algunos supuestos expertos, obsesionados por la fealdad, el cinismo y el odio por cualquier cosa que huela a noble, heroica o antigua.
En ese sentido, yo diría siguiendo a Chesterton que los equivalentes actuales de los penny dreadfuls, aunque no sean gran literatura, son mucho menos dañinos que algunas supuestas excelencias literarias, que no son más que insoportable propaganda de nihilismo so capa de literatura.
En segundo lugar, creo que hay que tener en cuenta que las recomendaciones, por sí solas, apenas sirven de nada. En ese sentido, el hogar es un lugar mucho más apropiado para introducir a los niños en la literatura, porque los padres les pueden leer un libro a los niños, responden a sus dudas al leerlo o escucharlo y, especialmente, les "contagian" el propio gusto y entusiasmo por la obra.
Ojalá en los colegios se fomenten las buenas lecturas, pero lo cierto es que, a menudo, la simple orden impersonal del profesor de comprar el libro X, leerlo y (lo que es peor) escribir un trabajo sobre el libro al finalizar la lectura a menudo lo que consigue es despertar un profundo rechazo por parte del niño.
Por si no me he explicado bien, lo que quiero decir es que estoy de acuerdo con el principio de que es bueno guiar a los niños para que lean cosas buenas. El problema es que muchos profesores y adultos en general no están capacitados para ello, porque han perdido o nunca tuvieron la capacidad de admirarse ante la belleza. Si un ciego guía a otro ciego...
EliminarMuchas gracias por tus comentarios, Bruno.
En cuanto a la cuestión de las recomendaciones por parte de los adultos, estoy de acuerdo contigo: De un tiempo a esta parte en EE. UU. las antaño prestigiosas recomendaciones de los Bibliotecarios (mejor dicho bibliotecarias, como Anne Carroll Moore, toda una institución y todo un ejemplo), han bajado enormemente de nivel, adecuándose tanto a las pretensiones comerciales de las editoriales, cuanto a las progres críticas provenientes de las publicaciones especializadas ubicadas en las Universidades (donde todavía prevalece –¡increíble!-, el barniz del comunismo intelectualoide). Aquí no es diferente; se trata de una realidad trágica que nos golpea a diario. Creo que si los padres nos uniéramos en temas como estos podríamos hacer que las cosas mejorasen.
Por otro lado, como no voy a estar de acuerdo con ese planteamiento critico, el título del Blog habla por si solo. La importancia de los padres es en este asunto decisorio (como, por otra parte, ocurre en la mayoría de los asuntos que se refieren a los chicos).
Gracias y un saludo.
Solo una tontería: "Sanders de River" debería ser "Sanders del río". Es una entretenidísima serie de novelas sobre unos soldados británicos destinados en un puesto remoto de África, junto a uno de los grandes ríos de Nigeria: el Comisionado Sanders, el capitán Hamiltón y el teniente Tibbets (más conocido como "Huesos").
ResponderEliminarMuy cierto; una precisa corrección. La serie ha sido editada al castellano (como muchísimas otras novelas de Wallace), aunque no sé si completa, y así, al lado de Sanders, aparecieron, «“Huesos” en el rio», «Bosambo del rio» y «Gente del rio». Una serie de novelas muy entretenidas como bien dices.
EliminarSaludos.