ÀLBUMES ILUSTRADOS CON ANIMALES

Molly Brett (1902–1990).


«Todas las cosas brillantes y hermosas
todas las criaturas, grandes y pequeñas,
todas las cosas sabias y maravillosas
todas las hizo el Señor nuestro Dios»

Cecil Frances Alexander


Los patos y los osos son algunos de los animales preferidos de los niños. Muchas de las historias que les son contadas tienen como protagonistas a estos dos animales. Los oseznos y los patitos inspiran ternura y sus torpes movimientos y falta desenvoltura conectan inmediatamente con los pequeños; ya se sabe, las afinidades electivas.

Pero, ¿es solo eso? 

Uno ve este tipo de libros y luego mira a los animales reales y se pregunta por qué, por qué los animales causan ese efecto en los niños (fascinación, asombro, cercanía)  y por qué son esos animales y no otros. 

Cuando pensamos en animales, a los adultos se nos vienen a la mente ciertas imágenes, ricas imágenes, imágenes tradicionales, diría que ancestrales, tal es así que parecen eternas: obstinado como un buey; fiel como un perro; memorioso como un elefante; independiente como un gato; fértil como un conejo; sabio como un búho; astuto como un zorro; pérfido como una serpiente… Uno piensa en estas cosas y ve que están entrelazadas en la cotidianeidad, en lo que algunos llaman la conciencia o, mejor, la memoria colectiva. Tan numerosas son, tan arraigas están, vienen de tal lejos (remontándose a la aurora de los tiempos), y tan pronta es su presencia en la conciencia de los niños y su reconocimiento por ellos, que uno tiene la persistente sospecha de que los pequeños deben conocerlas desde el principio y que lo único que hacemos con la lectura y los relatos es ayudarles a recordarlas, como le hubiera gustado a Platón.

Así que hoy voy a tratar de cuatro libros, libritos diría yo; cada uno de ellos tiene como protagonista a uno de estos animales; dos son de osos y dos son de patos. Lo que los cuatro libros tienen en común es que se trata de libros que en su día leímos y dimos a leer a nuestras hijas, cuando eran más pequeñas, entre los 3 o 4 y los 7 años.

Dos de ellos son autoría de un dibujante genial, que recibió dos veces el mas famoso y prestigioso de los premios para libros ilustrados infantiles, la medalla Caldecott (en honor al conocido pionero de la ilustración infantil). Me refiero a Robert McCloskey.

McCloskey dibujaba muy bien y era un maestro en el manejo de la acuarela. Amante de la naturaleza, nació y vivió, con su esposa e hijas, durante gran parte de su vida en una isla de la costa de Maine, llamada Isla de los Ciervos (Deer isle), rodeado de playas, faros y meandros, barcas, gaviotas y todo tipo de animales. De hecho muchos de sus libros tienen como fuente los recuerdos infantiles en aquellos maravillosas paisajes.


ABRAN PASO A LOS PATITOSEscrito e ilustrado por Robert McCloskey. 1941 

Portada del libro.

El primero de estos libritos trata de patos. Publicado en 1941, Abran paso a los patitos fue la historia de una familia de ánades reales en busca de un lugar para vivir y criar a su familia. Cuando encuentran un lugar agradable en una isla del río Charles, en Boston, el Sr. Pato anuncia que tiene que irse por una semana, pero promete que volverá a reunirse con su esposa y sus futuros patitos en el Jardín Público de la ciudad. La Sra. Pato cría a sus hijos y, en su momento, los conduce a tiempo para llegar a la cita. Ella, literalmente, detiene el tráfico -con la ayuda inestimable de un agradable policía-, para dejar libre y seguro el paso a sus hijitos a través de la inhóspita ciudad en dirección al Jardín Público. Y por supuesto allí estaba el Sr. Pato, esperando por ellos, en el momento y lugar acordado, tal y como había prometido. El libro es una pequeña guía de Boston, tal es el esencial recorrido que a la ciudad dan los patos y tal es la calidad del dibujo de McCloskey. 

Una de las páginas del libro; la familia sobre el río Charles, cerca del puente de Longfellow.

Cuando Robert McCloskey aceptó el premio Caldecott por este libro, contó la historia de cómo, cuando había sido estudiante de arte en Boston, había una familia de patos que vivían en el Jardín Público de la ciudad. Inspirado por su presencia, empezó a dibujar patos de izquierda a derecha, de arriba abajo, volando y caminado, de hecho su pequeña obsesión llegó a tal punto que McCloskey adquirió una pequeña familia de ánades reales que mantenía en su apartamento, y a los que estudiaba mientras nadaban en su bañera. Esta experiencia le enseñó más que muchas de sus clases en la Escuela de Arte; así nos cuenta lo siguiente: «Si alguna vez ve a un artista dibujar un caballo, o un león, o un pato, comprobará la facilidad con que las líneas que fluyen de su pincel o lápiz se posan en el lugar adecuado para que el caballo parezca un caballo y el pato un pato, y usted pensará, “mira con qué facilidad y rapidez lo hace, vaya talento natural” ¡pero no es así! Ser artista implica mucho trabajo, no sólo talento». 

Del libro se extraen varias lecciones: que los padres, aunque se van, siempre vuelven, que, cualquiera que sea el caos que reine en el exterior, los policías siguen dando paso a las familias y los jardines públicos pueden ser hermosos lugares de reposo y descanso y, sobre todo, el libro nos ilustra sobre la vida doméstica y su relación con la estética, porque ¿cuál es el lugar más bonito para vivir? ¿Quizás una isla en el Jardín Público de Boston?


ARANDANOS PARA SAL. Escrito e ilustrado por Robert McCloskey. 1948

Portada del libro.

Otro libro de McCloskey, esta vez desarrollado en los paisajes de su Maine natal, es Arándanos para Sal (1948), sobre una niña y un cachorro de oso y sus madres, todos ellos a la búsqueda de bayas silvestres. El libro es el desarrollo delicioso de una deliciosa confusión: el pequeño oso y la madre de la pequeña Sal y la pequeña Sal y la madre del pequeño oso se mezclan entre los arándanos de Blueberry Hill.

Las dos madres se sorprenden ¡me han cambiado a mi hijo!, parecen pensar.

La historia nos recuerda que todavía hay lugares agradables para vivir y maneras más humanas y naturales de hacerlo; la pequeña Sal y el osezno nos lo muestran de una forma divertida. Hay quien ha dicho que Arándanos para Sal muestra al niño cómo seleccionar la dulzura (representada por las bayas) en el mundo.

Las ilustraciones funcionan principalmente para reforzar la historia. De esta manera McCloskey nos muestra el campo en Maine tal cual es, pero la imagen sirve fielmente al relato y no hay extensiones importantes al texto.


LA HISTORIA DE PING. Escrito por Marjorie Flack e ilustrado por  Kurt Wiese.1933

Portada del libro.

Ping es un joven pato chino, personaje principal del clásico libro para niños de 1933 La historia de Ping, escrito por Marjorie Flack e ilustrado por  Kurt Wiese (ilustrador también conocido por haber realizado las ilustraciones de la primera edición americana de la novela  de Felix Salten, Bambi, en 1929). 

Ping vive con su mamá, su papá, dos hermanas, tres hermanos, once tías, siete tíos y cuarenta y dos primos y primas en la casa/barco “de los grandes ojos sabios” en el río Yangtse. Al final de cada día, el dueño de la casa/barco llama a los patos para que vuelvan de la orilla del río, y el último pato para cruzar la pasarela siempre recibe una azotaina. Nuestro Ping, claro, no quiere recibir la palmada por lo que siempre está muy atento. Pero un día, se distrae y no oye la llamada, y cuando se da cuenta, comprende que será el último pato en el tablón. Para evitar la azotaina, Ping decide no regresar y esconderse en la orilla del río. Y entonces se pierde. A partir de ahí vivimos las aventuras y peripecias de Ping hasta que logra regresar a su confortable hogar.

Una de las páginas del libro.

El pequeño cuento trata varios temas: por un lado “que no hay nada como el hogar y la familia que lo conforma, por otro que hay reglas para formar parte de esa familia, y a veces hay que aceptar disciplina para vivir en amor y seguridad, también nos habla de las consecuencias potencialmente desastrosas que se siguen cuando deliberadamente se desobedece y por último trata el tema del temor y lo que este puede obligarnos a hacer; así Ping hace lo que su miedo a las consecuencias le dice que haga, y sufre por ello, recapacita y vuelve al hogar, aunque tenga que pasar por la disciplina y las reglas, no queridas y a veces duras, del aprendizaje y de la vida en comunidad.

Las imágenes que acompañan al texto son sencillas y bellas y pueden ser "leídas" de forma independiente, de esta forma el niño no lector encontrará información acerca de la vida en el río, trasmitiéndose incluso, algún mensaje de refuerzo al texto; un ejemplo esto lo encontramos cuando Ping vuelve a la casa/barco, aquí la ilustración de Kurt Wiese lo muestra levantándose sobre sus patas, más grande que en cualquier otra ilustración, lo que resalta la importancia de la decisión de volver al hogar.

Las divertidas aventuras y desventuras de Ping deleitarán a los lectores jóvenes hoy tanto como lo hicieron en 1933, cuando este cuento clásico fue publicado por primera vez.  Recomendado para edades entre 3 y 8.


VAMOS A CAZAR UN OSO. Escrito por Michael Rosen e ilustrado por Helen Oxenbury. 1989

Portada del libro.

El amor del poeta Michael Rosen por contar cuentos aparece tan fuertemente en sus poemas como en sus ficciones para niños. Su álbum Vamos a cazar un oso (1989), con ilustraciones de Helen Oxenbury, se ha convertido en un clásico moderno compartido por niños, padres, maestros y alumnos. 

Una de las páginas del libro.

En las ilustraciones Oxenbury utiliza dibujos simples y reconocibles y a un mismo tiempo, dinámicos, esbozados y modelados a través de la línea suave de su lápiz y el lavado del color de su acuarela, que varían en intensidad y tamaño para escalar el drama de los acontecimientos. Sobre la marcha Oxenbury surgió la idea de realizar dibujos en blanco y negro cuando los niños estaban contemplando una escena o paisaje, y coloreados cuando ellos llevaban a cabo una acción. 

La historia está inspirada en una canción tradicional escocesa sobre la caza de un oso. Se trata de un grupo de niños, de hermanos, que, alegre e inconscientemente, salen al campo a cazar un oso. La acción se desarrolla en los hermosos paisajes de Cornualles. Todo el mundo piensa que el mayor del grupo es el padre; pero es el hermano mayor. Helen Oxenbury los modeló sobre sus propios hijos; y por cierto, el perro que les acompaña se basa también en su propio perro. 

Otra de las páginas del libro.

Lo cierto es que, como en otros álbumes ilustrados, hay una historia en las imágenes y otra en las palabras. Estas últimas fueron creadas, como he dicho, a partir de una canción medieval tradicional. Las imágenes, en cambio, transmiten la visión del drama que acontece a un grupo muy vulnerable: cuatro niños, un bebé y un perro que se enfrentan a un oso. ¿Pero, es esto realmente verdad? ¿Serán las páginas en blanco y negro “realidad”, y las de color sólo las que reflejan lo que está en la imaginación de los niños? ¿Es el oso tan fiero como aparenta? Para responder a estas preguntas hay que ir al libro, a ello os invoco.

Los libros de Robert McCloskey nos iluminan siempre sobre formas de vivir conformadas y gobernadas por el amor de la familia tradicional, sea de patos, sea de osos, sea de hombres. Los cuentos de Marjorie Flack y de Michael Rosen también nos muestran aspectos familiares de aprendizaje, enseñanza y amorosa protección. Todos ellos transmiten agradables sensaciones. Es también agradable, sin duda de un agrado incomparable, la sensación de criar a nuestros hijos. Leyéndoles y dándoles a leer estos libros lo estaremos haciendo.



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