LOS CUENTOS DE SHAKESPEARE DE LOS HERMANOS LAMB

Ofelia de Sir John Everett Millais (1829-1896)



«Me encanta perderme en la mente de otros hombres. Cuando no estoy caminando, estoy leyendo».

Charles Lamb



En general, se considera a Los cuentos de Shakespeare (1807) de Mary y Charles Lamb, como el punto culmen del subgénero literario “Shakespeare para niños”, esto es, adaptaciones de las obras de Shakespeare hechas especialmente pensando en los pequeños, que prometen entretenerles, mientras les brindan instrucción y educación en la estética y en el deleite. Estos cuentos de los Lamb se han venido reimprimiendo constantemente desde 1807 y siguen influyendo en otros autores que han tratado de adaptar las obras de Shakespeare a un público más joven, y ello tanto en la selección de las piezas, cuanto en el estilo de la traducción a la prosa del texto teatral.

Beatriz y Benedicto en Mucho ruido y pocas nueces de Norman Price (1877–1951)  y Celia en Como gustéis de Hugh Thomson (1860–1920).

La adaptación de los hermanos Lamb responde a la vieja aspiración de nosotros los adultos, tratada ya aquí, de acercar los autores canónicos a los niños, (en este caso, Shakespeare), y ello con un doble deseo: que a su través los jóvenes lectores participen en el conocimiento de las tramas y los personajes de Shakespeare (lo que se presume les otorgará acceso a un primer escalón del capital cultural del que, se espera y desea, participen algún día, esto es, lo que se denomina en ámbitos académicos una alfabetización cultural) y, también, que esa aproximación alumbre en ellos el deseo, consciente o no, de acercarse al genio, mediante la experiencia de este iniciático descubrimiento, aunque sea tenue y velado.

Lo cierto es que esta obrita sigue siendo un buen punto de partida para aproximarse al gran Bardo inglés.

El libro fue idea de Mary (según William Hazlitt, la única mujer sensata que había conocido); de hecho, no solo comenzó el proyecto, sino que escribió catorce de las veinte historias (las comedias y los romances), mientras que su hermano Charles contribuyó con las versiones de seis tragedias. Trabajaban juntos, según nos cuenta Mary en una de sus cartas:

«(...) a menudo nos sentamos a escribir en una misma mesa (aunque no en el mismo cojín), como Hermia y Helena en Sueño de noche de verano, o como un viejo matrimonio literario: yo tomando rapé y él gimiendo todo el rato y diciendo que no consigue escribir nada, cosa que siempre dice hasta que ha terminado (...)».

Ofelia en Hamlet y Cordelia en El rey Lear por Arthur Rackham (1867-1939).

En otra carta dirigida a su amigo Wordsworth, Charles Lamb confirma que es responsable de las adaptaciones de El rey Lear, Macbeth, Timón de Atenas, Romeo y Julieta, Hamlet y Otelo, mientras que Mary había adaptado los catorce restantes cuentos y escrito la mayor parte del prefacio.

Si bien se conoce la aversión de Charles a la literatura infantil didáctica (tan en boga en su tiempo) y, por tanto, su posible intención en conseguir una acercamiento de la ficción imaginativa a los niños a través de esta obra, lo cierto es que si atendemos al prefacio de la misma (escrito, como hemos visto, por Mary, según su propio hermano) vemos que los cuentos están dirigidos específicamente a las niñas, porque –se dice en dicho prefacio– «los muchachos suelen tener permiso para usar las bibliotecas de sus padres mucho antes que las chicas, y a menudo conocen de memoria las mejores escenas de Shakespeare antes de que sus hermanas puedan echar un vistazo a este libro tan varonil». Los Cuentos, por tanto, llenarían así una brecha en la educación de las niñas y jóvenes cuyo acceso a la ficción imaginativa era limitado. Los chicos tendrían poca necesidad de Los Cuentos, no sólo porque accedían a una educación que les faltaba a sus hermanas, sino también porque se les permitían el acceso a las bibliotecas de sus padres. Mary sugiere que estos hermanos, bien leídos e instruidos, debían ayudar a sus hermanas para que estas, después de asimilar sus Cuentos de Shakespeare, leyesen pasajes originales «seleccionados cuidadosamente según lo apropiado para el oído de una joven hermana».

En Inglaterra, destacaron dos emulaciones de la obra de los Lamb, la de Edith Nesbit (el Shakespeare de los niños. 1897) y la de Mary Macleod (Shakespeare. El libro de cuentos. 1911). Este último llegó a España a principios del siglo XX, de la mano de la famosa Biblioteca Araluce en dos pequeños volúmenes (Cuentos de Shakespeare y Más cuentos de Shakespeare).

Mas historias de Shakespeare de Mary Macleod en Araluce e Historias de Shakespeare editado por Bureba.

Aún tiempo, aquí en España se hicieron algunos otros intentos autóctonos de adaptar Shakespeare a los más pequeños (podemos mencionar, por ejemplo, Historias de Shakespeare, adaptado por Julia Castañón en la colección Te voy a contar… y editado por la Editorial Boris Bureba en el año 1949).

No obstante, estas adaptaciones, comenzando por la clásica de los Lamb, han recibido numerosas críticas, críticas fáciles, obvias y totalmente predecibles, pues adaptar a Shakespeare no es tarea sencilla, si es que es tarea posible: todas ellas adolecen de confusionismo en la trama, haciendo que el lector pueda perderse en el camino, carecen de profundidad y sobre todo, no dan –no pueden dar, diría yo-, sensación de teatro, perdiéndose entre medias el preciosismo y la magia del lenguaje incomparable de Shakespeare.

A este respecto hay una anécdota atribuida al Borges profesor: en cierta ocasión, una alumna de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires le comentó que Shakespeare le aburría, preguntándole qué es lo que debía hacer para remediarlo; más o menos, el escritor argentino le dijo: «No haga nada; simplemente no lo lea y espere un poco. Lo que pasa es que Shakespeare todavía no escribió para vos; a lo mejor dentro de cinco años lo hace (…)».

Puede ser…, después de todo los Lamb no estaban en desacuerdo con Borges, y en su prefacio reconocían honesta y humildemente, que solo estaban tratando de dar a los jóvenes lectores «algunos indicios del gran placer que les espera en sus años mayores», produciendo en ellos «sellos débiles e imperfectos de la incomparable imagen de Shakespeare».  

Sueño de una noche de verano por Arthur Rackham (1867-1939) y Romeo y Julieta por Jennie Harbour (1893- 1959).

Pero entre tanto llegan esos «sus años mayores», no creo que la lectura de este libro sea contraproducente, y, por el contrario, dará a los niños varias cosas valiosas: por un lado les hará experimentar el deleite de escenarios y paisajes desconocidos, por otro –y aun cuando no pueda compararse el lenguaje de estos cuentos con las obras originales de Shakespeare–, adquirirán un mayor dominio sobre el pensamiento y el lenguaje, sobre la expresión, el vocabulario y el estilo, y por último, porque los argumentos de las historias y la galería fantástica de personajes y tipos hechos «del mismo material del que se tejen los sueños» que pueblan la obra, les ofrecerán un aprendizaje moral nada desdeñable. En este sentido, y dado el público al que iba dirigida, la obra es mucho más conservadora que los originales, a los que transforma, censurándolos en cuestiones escabrosas, lo que llevan a los autores a modificar  en cierto modo las tramas y a eliminar personajes. No obstante las historias son reconocibles y se trata de una obra estimable y recomendable.

Ediciones de Castillo y Anaya.

Que mejor que finalizar con la propia y expresiva recomendación con que los hermanos Lamb dan término a su prefacio: 

«El deseo de los autores es que todo aquello que estos Cuentos haya significado para los jóvenes lectores —y mucho más— les sea aportado luego, en la edad adulta, por las autenticas piezas teatrales de Shakespeare: que enriquezcan la imaginación y fortalezcan la virtud, que les sustraigan toda suerte de pensamientos egoístas y mercenarios, que supongan una lección en actos y pensamientos dulces y honorables, que les enseñen cortesía, bondad, generosidad y humanidad. Pues las páginas de Shakespeare están llenas de ejemplos que enseñan estas virtudes.»


Dos ediciones actuales de Random y Biblok.

Para niños de 9 años en adelante. En España el libro ha sido editado por varias editoriales, así, Espasa Juvenil, bajo el título de Shakespeare cuenta..., Anaya y Biblok, ambos bajo el título de Cuentos basados en el teatro de Shakespeare y Random y Castillo, las dos con el título de Cuentos de Shakespeare, todas ellas ediciones de bolsillo asequibles, aunque carecen del acompañamiento de ilustraciones de calidad, a excepción de la edición de Biblok que viene con las magnificas ilustraciones de Arthur Rackham.

Comentarios

  1. A mí las versiones de los Lamb (y no soy partidaria en general de versiones adaptadas para niños)me parecen maravillosas.Y son lo suficientemente "distintas" (y ayuda mucho que sea narración y no teatro) como para que nadie pueda quedarse con la sensación de que ya ha leído a Shakespeare.

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    1. Es verdad, pueden ser leídos como relatos mitológicos, fantásticos, cómicos o trágicos. Creo que esa puede ser la razón del éxito de esta obra, que no ha dejado de reimprimirse desde hace más de 200 años y que aún hoy día mantiene en el mercado tantas ediciones.

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