Enlazando dos de los temas tratados recientemente (las
series de libros de grupos de niños explorando y resolviendo misterios y la de
la vuelta a la naturaleza como realidad creada sobre la que asentar todo
conocimiento), comentaré hoy varios libros que combinan ambos y que se integran
en eso que los británicos han denominado el subgénero de «acampar y caminar»:
historias sobre aventuras infantiles que surgieron en la década de 1930 en Gran
Bretaña. Estas novelas se centraron en las actividades recreativas en
vacaciones, como vela, campamento y senderismo de niños en su mayoría de clase
media en la campiña británica. La serie más conocida y representativa de este
subgénero (y la de mayor nivel literario) es la ya comentada en este blog de
los Vencejos y Amazonas de Arthur Ransome.
Los libros que voy a comentar son mucho menos conocidos
que los de las series escritas por Ransome o las de Enid Blyton vistas hace
pocas fechas, pero creo que reúnen igual interés y que incluso, aunque
responden a los mismos patrones que aquellos, gozan de un nivel literario
superior, al menos a las de Blyton.
Y sin más demora comienzo.
Mary Fitt, 1897-1959 (seudónimo de Kathleen Freeman).
Kathleen Freeman era una señora muy, pero que muy seria,
erudita profesora de griego y autora de numerosos tratados sobre la Grecia
Clásica. Sin embargo, bajo el seudónimo de Mary Fitt escribió cuentos y novelas
de misterio, y llegó a ser una figura relevante de la denominada Época de
Oro de la novela de detectives, y colega reconocida de Agatha Christie y
Dorothy Sayers en el famoso Detection Club. Y no solo eso, la seria y
sesuda señora Freeman también escribió 12 libros infantiles, entre 1953 y su
muerte en 1959, la mayoría de ellos relatos de misterio, casi todos protagonizados
por la intrépida Annabelle y de los
cuales solo uno ha merecido la atención del mercado español: Merrit, aprendiz de detective, publicado
por la Editorial Albor en 1956. Lamentablemente, solo puede conseguirse en
librerías de segunda mano.
Portada y dos ilustraciones del libro de Peggy Fortnum (1919 - 2016). |
La trama de la narración es simple, sin efectismos ni
golpes teatrales pero, al mismo tiempo, ingeniosa. Los protagonistas son tres
jovencitos —dos muchachos y una muchacha—, pero quien acapara toda la atención
es uno de ellos, Merritt, un
personaje destacable, del estilo del Fatty
de la serie Misterio de Blyton, pero
de más empaque y categoría. El protagonista es un chaval peculiar, de
cualidades poco comunes, con una mezcla de imaginación y curiosidad que le
convierte en el aprendiz ideal de detective. Merrit posee nociones sobre las cosas más variopintas y peregrinas,
a las que acompaña de curiosas explicaciones que, más a que petulancia,
responden a una sincera generosidad y que despiertan la simpatía y sonrisa de
los lectores (a mi hija pequeña le entusiasmó). Me parece perfectamente
aplicable al personaje esa frase de Conan Doyle que dice, «El mundo
está lleno de cosas obvias que, por alguna razón desconocida, nadie observa»; al leer la novela vemos claro que Merrit
sí observa esas obviedades sobre las que pasa de largo a la mayoría y esto le
hace diferente
Creo que sus hijos se deleitarán aprendiendo, como decía
Horacio, viejo y noble ideal este cada día más difícil de alcanzar.
En cierto modo (y según su propio testimonio), los libros
de Lyon fueron una reacción a la famosa serie de Arthur Ramsome de Vencejos
y Amazonas, ya comentada en este blog (VENCEJOS Y AMAZONAS). Por lo tanto, la idea de fondo que subyace en los
relatos es la misma: aventuras y misterios protagonizados por un grupo de niños
que se desarrollan en el periodo vacacional en el campo y casi sin supervisión
de los adultos. Sin embargo, a diferencia de los libros de Ransome, los
protagonistas de las historias de Lyon no son tan perfectos, pues sus niños a veces
se pelean y a menudo hacen las cosas mal, aunque al final, como en aquellos,
las aventuras acaben felizmente.
El fiordo de l Cycle, Escocia, del reverendo John Thomson (1778-1840). |
«Mi corazón está en las Tierras Altas.
Mi corazón no está aqui.
Mi corazón está en las Tierras Altas,
persiguiendo a los ciervos...».
Los libros de Lyon son atractivos no solo por las
emocionantes hazañas que protagonizan los niños, sino también debido a sus
descripciones de paisajes evocadores y agrestes que recuerdan al anterior poema
de Robert Burns: cavernas, cimas de las montañas, barcos y bordes de
acantilados, son a menudo escenario de situaciones apuradas y peligrosas.
A su vez, las localizaciones geográficas de sus novelas son igualmente
atractivas: la serie de libros sobre las aventuras de Ian, Sovra, y su amiga huérfana Cathie,
se desarrollan en la península de Ardnish, cerca de Arisaig, en las Tierras
Altas de la Escocia natal de la autora, y varios de sus otros títulos tienen
como escenario las tierras galesas en las que aquella pasó la mayor parte de su
vida.
Estos libros (como todos los del subgénero de «acampar y
caminar») representan una era (la posguerra de los años 40 y 50 del pasado
siglo), cuando se permitía a los niños mucha más libertad de la que existe hoy:
por peligroso que pueda ser el obstáculo que enfrenten, los chavales
protagonistas, sin temor y sin ninguna interferencia de adultos, siguen
adelante. Como explican Ian y Sovra a un nuevo amigo en una de las
novelas: «Quédate con nosotros y no te aburrirás. Puede que te marees o que
naufragues y te ahogues, puede que te pierdas, te quemes o, incluso, te mueras
al caer por un precipicio, pero desde luego no te aburrirás». Ese es el
espíritu de exploración, emoción y aventura que se respira en todos los
relatos.
A pesar de que no ha sido suficientemente reconocida, la
sra. Lyon tuvo entre sus admiradores a Walter de la Mare y el prestigioso
suplemento literario del periódico The Times llegó a definirla como
«un escritora para recordar y buscar». Alguna crítica académica ha
señalado que Lyon «nunca utiliza dispositivos mágicos en sus libros, sin
embargo, muchos de ellos tienen una especie de aura fantástica y espiritual que
se deriva de su juego con el destino, la profecía y el azar, y la utilización
de un trasfondo histórico y legendario basado en el pasado celta de los lugares
en los que se desarrollan los relatos».
Aunque la sra. Lyon llegó a escribir más de veinte
novelas para chicos, en España solo la editorial Ediciones Toray publicó en los
años 70 seis de ellas. Tres están protagonizadas por Ian, Sovra y Cathie: La
fuga de Cathie, en 1953 (Ian y Sovra conocen y ayudan a Cathie, una huérfana que trata de seguir
la única pista que tiene para encontrar a su familia biológica, a través de los
paisajes de las Highlands de
Escocia), El secreto de las piedras talladas, en 1962 (un desaliñado ermitaño
colabora con los tres niños protagonistas para resolver un misterio asociado a
las ruinas de una abadía) y Extraños tras la puerta, en 1967 (Cathie, Sovra e Ian ayudan a un amigo a recuperar la propiedad familiar en Mallaig
y a resolver el misterio de un ancestro irresponsable y su tesoro perdido).
Además se publicaron tres novelas más con otros
protagonistas: Los chicos de la colina, en 1958 (desde que un maremoto
lo cubrió años atrás, un pueblo costero ha permanecido enterrado e intacto bajo
la arena. Cuatro niños descubren cómo llegar hasta las ruinas), Verdes
crecen los juncos, en 1964 (un lugar en la abrupta costa galesa, cerca del
distrito de los Lagos de Snowdonia, una antigua calzada romana asociada a un
misterio atrapa a los protagonistas) y El valle del eco, en 1965 (un
misterio en Gales, un collar de esmeraldas escondido por amor por un hombre que
fue asesinado en el mar. La música se revela fundamental en la trama, y las
viejas canciones galesas son la clave para descubrir el misterio).
David Severn, 1918-2010 (seudónimo de David Storr Unwin).
David Severn era hijo de Sir Stanley Unwin, un conocido
editor británico de mediados del siglo pasado, y desde muy joven, e influenciado
por el ambiente literario familiar, se dedicó a la literatura, llegando a
escribir unos 30 libros para niños y jóvenes.
Muchas de las historias de Severn se publicaron durante
la Segunda Guerra Mundial y ofrecieron a los británicos, como evasión, un ambiente
rural de paz en un momento de estrés nacional, en el que las bombas, el miedo y
el hambre acaparaban toda la atención. Así, su primera serie de libros se
publicó entre 1942 y 1946, y es la única de la que se ha publicado algo en
español. Concretamente, la editorial Juventud publicó, en los años 50 dos
novelas, El desconocido del bosque y Una cabaña para Crusoe.
El desconocido del bosque (1942) es la primera de una serie de cinco historias
protagonizadas por varios niños y un adulto peculiar, conocido como Crusoe, y sorprenden por su calidad
literaria. El argumento es sencillo: se trata de dos niños que son evacuados de
Londres porque su padre es ingresado en el hospital, y son llevados a la granja
familiar de Whitehouse (situada en Essex), donde se suceden las aventuras en la
compañía de los gemelos Brian y Pam, un pony llamado Nobby y un perro llamado William. Un misterioso campista que se
hace amigo de los niños (Crusoe), un
almiar lleno de heno que se incendia y los niños que tratan de demostrar que Crusoe es inocente. Las ilustraciones de
Joan Kiddell-Monroe son excelentes.
Los valores que contiene la novela incluyen un sincero amor
por el campo, promueven el contacto y la observación cercana de la naturaleza y
la apreciación de su belleza. Los lectores son advertidos contra la recogida de
los huevos de las aves; hay deleite y asombro en el descubrimiento de unos
cachorros de zorro; los pájaros revolotean, en un ir y venir por las páginas, y
se expresa compasión por los animales. El tono del relato no deja de
recordarme los versos de Keats:
«Hermosa es Inglaterra.
Yo podría ser dichoso
sin ver más verdes colinas que las suyas,
sin sentir otras brisas que aquellas que susurran
en bosques escondidos olvidadas historias...».
Parque de Wivenhoe en Essex, de John Constable (1776-1837). |
El segundo libro de la serie fue Una cabaña para
Crusoe (1943), donde el intento de construir una cabaña en medio del bosque
lleva a Crusoe y a los niños a entrar
en conflicto con un grupo de gitanos rumanos. Los gitanos se pintan de manera
realista, con una presentación de sus campamentos tradicionales y de su modo de
vida tratadas de forma sensible y respetuosa. El conflicto se resuelve, y con
la ayuda del patriarca gitano Patch
Cooper, Crusoe consigue una
caravana en lugar de una cabaña.
Los valores de este segundo libro son los mismos que los
del anterior, invitando a los niños a apreciar la belleza de la naturaleza más
que concienciándolos sobre preocupaciones ambientales.
Les siguieron tres libros más con los mismos
protagonistas, pero no hubo continuidad en la traducción al español y solo
tenemos en castellano esos dos.
¡Ah! Y una cosa más; la libertad que se respira en estos
libros, donde se permite a los niños ir a donde quieran, de día o de noche, y
la mayor parte de las veces sin supervisión de adultos, haciendo, más o menos,
aquello que les gusta, seguro que les parecerá a los niños de hoy una fantasía
casi tan grande como todo lo que puedan leer de Tolkien o C.S. Lewis.
Les aseguro que sus hijos no dejarán de leer.
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