Walt Whitman
¿Se han fijado ustedes que la figura del capitán es la más frecuente entre los héroes literarios contemporáneos? Sobre todo a partir del Renacimiento, tras el abandono progresivo, tanto del modelo del caballero medieval cristiano como antes del héroe greco-latino, surge la imagen del capitán como heredero de aquellas figuras heroicas y probablemente no sin razón.
El Capitán ––del latín caput, que significa “cabeza”–– era el que estaba a cargo, el que mandaba, dirigía y conducía a un grupo de hombres. El oficial al mando de la tropa, de la escuadra o de la compañía, quien gobernaba un barco o aquel que mandaba en una fortaleza o comarca. Pero de todas esas acepciones, es en el aspecto militar dónde se concentra en mayor medida el tropo literario de “capitán”. Su elección entre los demás rangos militares se debió, probablemente, a que era el mando en el que confluían, estar en la cadena de mando lo suficientemente abajo como para ser accesible, pero, a un tiempo, encontrase lo bastante arriba en el escalafón como para merecer un respeto y detentar autoridad; además el capitán reunía la característica honorífica y admirable de que solía ser el más alto rango de oficial que participaba directamente en el combate real. Así que tenía la ocasión de ser un héroe ante sus hombres, lo que confirió al título su halo de honor, valentía y heroicidad.
Lo cierto es que los protagonistas literarios con este sobrenombre son legión (siendo unos caudillos militares y otros comandantes de navíos y embarcaciones): Julio Verne con su capitán Grant, capitán Nemo, capitán Hatteras, y Dick Sand –el capitán de 15 años–, Emilio Salgari con el capitán Tormenta y el capitán de la D´Jumna, Rafael Sabatini con el capitán Blood, El capitán Alatriste de Arturo Pérez-Reverte, El capitán Corcorán de Alfred Assollant, el capitán Singlenton de Daniel Defoe, el capitán aventurero de Walter Scott, el capitán Fracasa de Teophile Gauthier, los capitanes intrépidos de Ruyard Kipling, o el capitán Veneno de Pedro Antonio de Alarcón, y en el mundo de los comics tenemos un buen número de capitanes también, como nuestro Capitán Trueno, el estadounidense capitán América, y el capitán Haddock, el inseparable amigo de Tintin.
Hoy hablaré de alguno de ellos y de dos de los escritores que más han hecho uso de este tipo de personaje: Julio Verne y Emilio Salgari. Por cierto, este último recababa para sí, aunque sin mucho motivo, el consabido título de “capitán”, como más adelante señalaré. Así que vamos a empezar.
Emilio Salgari (1862-1911).
Dibujo de Paolo Bacilieri (1965-). |
Escritor de viajes sin haber viajado nunca más allá de su Italia natal (suya es la frase que dice “escribir es viajar sin la molestia del equipaje”). Creador de capitanes y caudillos sin otra vivencia que la esclavitud de escribir a sueldo de crueles editores por unas pocas monedas. La destreza de su pluma no desmerecía a la de los floretes y arcabuces que empleaban sus héroes. Esto y mucho más era nuestro autor, el gran Emilio Salgari. Aunque solo sea por lo que nos hace rememorar su nombre (lo que espero que suceda con nuestros hijos si llegan a leerlo), vale la pena escribir estas líneas: héroes valientes y audaces, atrevidas escaramuzas, abordajes, huracanes y tormentas, fieras salvajes, villanos contumaces y damiselas en apuros a quienes rescatar y por supuesto, héroes a los que emular y con los que soñar.
Cierto es que el pequeño veronés (porque era de muy corta estatura), no puede ser considerado un gran literato, ni por estilo ni por profundidad (Salgari no tenía tiempo de releer una sola línea de lo que escribía, lo que, dado su grado de producción, explica sus muletillas, sus giros repetitivos y todo aquello que la estirada crítica no le perdonó), pero en la literatura popular su inmenso éxito y aceptación lo han convertido en un gigante bajo cuya sombra es preciso refugiarse al menos en las primeras etapas de la vida.
Sus historias son amenas y atrayentes como ninguna, y su imaginación colmó su carencia de experiencia y vivencias (aunque amaba el mar y comenzó los estudios para ser marino, no llegó a terminarlos ni a obtener el título de capitán que tanto ansiaba). Esta falta de mundo no fue obstáculo para que sus libros nos transporten a otros mundos, desde el Mar Caribe, persiguiendo galeones en las balandras y goletas de los tres hermanos corsarios (el negro, el verde y el rojo), hasta los mares de la China y las islas de Borneo y Sumatra, siguiendo la estela del prahu del Tigre de la Malasia, Sandokán. Tampoco rechazó el acercarse a su cercano Mediterráneo con su Capitán Tormenta y con el León de Damasco, e incluso nos transportó a esa grandiosa batalla que fue Lepanto.
Con Salgari sus hijos no aprenderán composición, ni vocabulario, ni estilo; tampoco profundizarán en aquello que da por llamarse naturaleza humana; pero a cambio sabrán que es el heroísmo, la entrega y la pasión por la aventura. Salgari fue un fabricante de héroes, y eso se agradece, porque ya no abundan.
Julio Verne (1828-1905).
Poster publicitario utilizado por el editor Hetzel para publicitar las novelas de Verne. |
El padre de la novela moderna de la ciencia ficción, anticipación y aventuras, no requiere mucha presentación ¿quién no ha leído alguna de las novelas de su serie viajes extraordinarios? Creo que, como en caso de Salgari, sus historias son patrimonio de nuestra memoria infantil. Ray Bradbury escribió: “todos somos, de una manera u otra, hijos de Julio Verne”.
Verne, como Salgari, es un escritor del que no se puede apartar la palabra "aventura". Siendo de esta manera, es inevitable que ambos reúnan ciertas características comunes, aparte de su genio imaginativo –quizás de una mayor calidad literaria en el caso de el francés–. Como Salgari el nantés era principalmente un viajero mental. Aparte de usar su querido velero por las aguas costeras de la Bretaña y el cercano Mediterráneo, no realizó viajes a los lugares exóticos y misteriosos de su tramas, y solo surcó los aires una vez (en globo y durante media hora) a pesar de sus Cinco Semanas en Globo y la maravillosa aeronave de Robur el conquistador. Por otro lado, gran parte de su ficción no fue solo mal pagada... si no que, además, su producción literaria estaba sometida –al igual que la de Salgari–, a un ritmo agotador; Verne señaló que se encontraba obligado contractualmente a publicar dos novelas al año y cuando tenía casi 70 años, todavía decía: “Estoy trabajando constantemente como siempre, funcionando como una máquina, y no dejo que se enfríe el horno”, aunque, para su fortuna, no tuvo el triste final de Salgari.
Por último, en los dos escritores el mar tiene una relevancia especial, virtual en el caso de Salgari (que no hizo nunca travesía alguna, a pesar de su sobrenombre de "capitán") y natural en el de Verne (creció rodeado de mar y barcos, en Feydeau, una pequeña isla cercana a Nantes y la navegación fue la gran afición de su vida). Las novelas en las que el mar es escenario de la trama son numerosísimas en la obra de los dos escritores, pero bastaría mencionar el ciclo del capitán Nemo (20.000 leguas de viaje submarino y La isla misteriosa) en el caso de Verne y el ciclo de Sandokan en el de Salgari. Por otro lado, los dos escritores se posicionan claramente en sus novelas haciendo frente al colonialismo y en concreto colocan al Imperio de su tiempo, el Británico, como el gran enemigo de sus héroes.
Sin embargo las aventuras narradas por Verne difieren de las de Salgari en varios puntos esenciales, que además se ilustran con las novelas que comentaré a continuación.
En Salgari hay un tratamiento marginal del progreso tecnológico. Por el contrario, en Verne la tecnología y la ciencia adquieren un gran relieve en casi todas sus tramas, tanto es así que se le considera el creador del denominado género de anticipación e incluso se le atribuye un cierto carácter precursor y hasta profético. En lo que se refiere a sus personajes, en las obras de ambos hace aparición el proverbial héroe masculino, más próximo al ideal del caballero medieval en el italiano y al del gentleman victoriano, en el francés, héroes más salvajes en el primero y más civilizados en el segundo. Pero difieren en el tratamiento de las mujeres y de los jóvenes, pues Salgari coloca a los personajes femeninos con un papel clave en la trama e incluso en algunas de sus novelas les da todo el protagonismo y Verne no duda en hacer protagonistas de muchas de sus historias a jóvenes inexpertos. Lo veremos a continuación.
No obstante, las aventuras narradas en las novelas de ambos son cautivadoras e irresistibles. Espero que todavía puedan atraer a sus hijos a su mundo mágico y exótico como lo ha hecho con mis hijas.
UN CAPITÁN DE QUINCE AÑOS. Julio Verne
Ilustración de Ángel Badía Camps (1929-). |
La presentación de esta historia por la revista literaria Novelas y Cuentos (dónde yo la leí en mi adolescencia), era irresistible: “inconcebibles aventuras en el África tenebrosa donde un heroico adolescente cae en poder de los antropófagos y de unos traficantes de esclavos tras el naufragio originado por la traición de un asesino”. Y a fe que no se trataba de ninguna exageración.
En esta novela, Verne nos presenta la historia de los pasajeros y la tripulación de la goleta ballenera Pilgrim, que tras un accidente desastroso termina siendo capitaneada por el protagonista, Dick Sand, el miembro más joven de la tripulación con solo 15 años. No obstante los esfuerzos y la pericia de Dick, la nave termina naufragando en las inhóspitas costas africanas, donde el héroe y demás supervivientes han de enfrentarse a nativos antropófagos y a traficantes de esclavos. Finalmente, merced al ingenio y desenvoltura del joven capitán, las tribulaciones tendrán un final feliz.
Dos ediciones de la novela, de Molino (1934), con portada de José García de Longoria, y la muy reciente de RBA. |
El libro fue escrito durante la decadencia de la trata de esclavos en Occidente (poco después de la Guerra civil americana). Verne era conocido por sus opiniones contrarias a la esclavitud y este trabajo contiene elementos de ese mensaje. Muy interesante y entretenido.
EL CAPITÁN NEMO. Julio Verne
El capitán Nemo por Alphonse de Neuville (1835-1885). |
Nemo ¿recuerdan al capitán Nemo? El mismo nombre es de un fragor misterioso. ¿No significa Nemo “nadie” en latín?... Lo cierto es que el pasmoso capitán Nemo se agolpa en mi memoria como seguramente en la de muchos de ustedes. Y sin duda se adueñará de las de sus hijos, fruto de su fascinación ignota. Capitán de una de las naves submarinas más memorables, el Nautilus, Nemo es uno de los personajes más grandiosos de Verne (quizá es el mismo Verne). Es un hombre que ha dado la espalda al mundo, que ha prometido no volver a poner el pie en tierra firme nunca más. Es un genio, un ingeniero, un artista, un atleta, a veces un pacifista, a veces un justiciero, a veces un hombre justo y cabal y en ocasiones un villano vengativo que odia Imperios y que inventó el Nautilus. En su lecho de muerte, Nemo nos dice que su nombre real es príncipe Dakkar y que, cuando era un niño, fue enviado a Europa para su educación. Pero ese origen enigmático no es nada más que parte obligada de su atrayente personalidad. Todo un personaje, sin duda.
La novela de su aparición es Veinte mil leguas de viaje submarino (1869), que a pesar de su título no solo trata de una odisea submarina que desvela los innumerables misterios del mar, sino también del misterio de un hombre, Nemo.
Dos de los mejores ilustradores de la novela, Zdeněk Burian (1905-1981) y Alphonse Neuville (1835-1885). |
Justo después de la finalización de la guerra civil americana, el mundo se encuentra conmocionado por una misteriosa criatura marina que tiene aterrorizada a la navegación abordando y hundiendo sin piedad numerosos barcos, capaz de viajar a enormes distancias en tiempo récord y que además puede atravesar los blindados cascos de los navíos de guerra.
El biólogo francés Pierre Aronnax, acompañado de su fiel ayudante Conseil, se embarcan en un viaje con el fin de desentrañar el misterio, pero se encuentran con un misterio mayor: el del capitán Nemo y su nave submarina el Nautilus. Prisioneros del capitán, él, Conseil y el arponero franco-canadiense Ned Land, no solo asistirán asombrados a las numerosas maravillas marinas que se muestran ante sus ojos, sino que comprenderán cuál es fuerza oscura que impulsa a su captor.
Las dos novelas en una sus múltiples ediciones, en este caso publicadas por Editors SA. |
Más tarde nuestro capitán misterioso aparece en otra de las grandes historias de Verne: La Isla misteriosa (1874).
En plena guerra de Secesión americana, cinco prisioneros de la Unión (un ingeniero, un periodista, un marinero, un esclavo negro liberado y, por cierto, un quinceañero y su fiel perro) escapan de su cautiverio en un globo que, desviado de su trayectoria, cae accidentalmente en una isla desconocida. Así empieza una aventura en la que estos náufragos del aire tendrán que aprender a reconstruir por sí mismos un pedazo de la civilización en un ambiente hostil y salvaje, a la espera de su rescate. Sin embargo, el corazón de la Isla esconde una sorpresa que no tardarán en conocer y que dará un vuelco a su destino.
En cierto modo es una robinsonada –no cabe duda la deuda que la historia tiene con el libro de Defoe–, y ahí están de nuevo la fuerza, el valor y la inteligencia para sobrevivir, pero el libro contiene algo más, y no es solo la amistad como elemento integrante del referido coctel de supervivencia. Se trata del calificativo del título, misteriosa, pues la isla no solo encierra un arcano, sino a un hombre enigmático: el capitán Nemo. Según Roland Barthes se trata de una novela “casi perfecta”; esperemos a ver que opinan sus hijos, porque a las mías les gustó mucho.
lustraciones de la novela La Isla Misteriosa, del volcán de la isla por Zdeněk Burian (1905-1981) y de los cinco náufragos por N. C. Wyeth (1882-1945). |
Y frente a Nemo y su misterio, su fascinación que atrae y repele, están los contrapuntos que coloca el escritor francés en sus novelas: sabios y hombres de acción por igual (pensemos en el ingeniero Ciro Smith en esta última novela o el biólogo Pierre Aronnax en Veinte mil leguas de viaje submarino), personajes que incitan a aprender con sus disertaciones científicas o sus ingenios motrices, aprovechando al máximo los mínimos recursos de que disponen, y que nos seducen igualmente –aunque en forma distinta a Nemo– con sus conductas valientes, rectas e intachables.
Estas dos novelas, probablemente dos de las más grandes de Julio Verne, fascinarán a sus hijos, seguro, y ciertamente pueden ser leídas de forma separada, aunque les recomiendo lo contrario. De hecho, las dos conforman, con la previa de Los hijos del capitán Grant (1867), una sui generis trilogía, y digo así porque si bien entre Los hijos del capitán Grant y 20.000 leguas de viaje submarino (1869) no hay vinculación alguna de personajes ni tramas, la última novela de esta imprevista y extraña trilogía, La Isla Misteriosa (1874), traza una relación entre las tres, cerrando el circulo que abrió la primera novela. Esta ligazón es establecida a través de dos personajes: Ayrton –personaje malvado que es castigado en Los hijos del capitán Grant pero que expía su culpa y se redime en La Isla Misteriosa–, y la figura del capitán Nemo, presente en las dos novelas que examinamos hoy.
LA CAPITANA DEL YUCATÁN. Emilio Salgari.
Portadas, de una edición reciente de Planeta y de la editada por Calleja, con ilustración de Federico Ribas (1890-1952), en 1920. |
La novela está ambientada en el mar Caribe a finales del siglo XIX, en concreto en la guerra hispano estadounidense conocida en España como la Guerra de Cuba (pues como sabemos, con su derrota, España perdió la isla de Cuba –que se proclamó república independiente bajo tutela de Estados Unidos–, junto con Puerto Rico, Filipinas y Guam, que pasaron a ser dependencias coloniales del vencedor). Pero lo que hace peculiar a la novela es que su protagonista es una noble y valiente dama española, que, además, comanda un barco en medio de una guerra.
El argumento es el siguiente: la tripulación del Yucatán, capitaneada por la Marquesa Dolores del Castillo, ferviente defensora de la corona de España que reúne en su persona una deslumbrante belleza y una gran bravura de carácter, tiene la misión de llevar una provisión de armamento para el ejército español. Es 1898, los insurrectos (independentistas) se apoderan poco a poco de la Isla bajo el amparo de la poderosa flota americana. Allende los mares Manila capitula y el último reducto de los hombres valientes de la armada española es Cuba, pero, para resistir, se encuentran precisados de las provisiones y la munición que porta el Yucatán y nuestra heroína hará lo imposible para dar satisfacción a tales necesidades.
Salgari es un maestro de la sencillez, la tensión dramática y los diálogos, que en esta obra usa con la pericia de siempre. Se trata de una historia entretenida que se vuelve trágica conforme se acerca el final. En cierto modo, es el retrato de la caída de un Imperio. Los soldados y generales españoles son tratados como héroes, que cobijados en los colores de su bandera pelearon con honor hasta el final, aunque la heroína femenina quizá cobra menos protagonismo que el que parece atribuirle el título.
Salgari era, entre otras cosas, un maestro del titular. Sus libros atraen aún antes de leer una sola de sus páginas, y ello es debido a sus fascinantes títulos. En este caso no es diferente, con un nombre sonoro y enigmático como el de Capitán Tormenta, novela con la que se inicia una trilogía que continúa con El León de Damasco y finaliza con La galera del Bajá (también titulada El Hijo del León de Damasco).
Nos encontramos en la segunda mitad del siglo XVI, “Oriente aniquilaba a Occidente. Asia retaba a la Cristiandad, haciendo flotar triunfante ante su vista la verde enseña del Profeta. Por todas partes vencían ya los infieles. Una a una eran tomadas las torres por los bárbaros de Arabia y de las estepas de Asia y, derrotados, agonizantes o muertos, los cristianos eran arrojados a los fosos, desde los torreones ya conquistados”.
Así presenta Emilio Salgari el escenario que, como telón de fondo, se agita tumultuosamente a lo largo de las tres novelas y que culmina en la batalla de Lepanto: la amenaza del turco que tanto pavor y miedo causó a la Europa cristiana.
Ilustraciones de Jose Luis salinas (1908-1985). |
La trilogía encierra en sus inicios una sorpresa que solo bien entrada la primera de las novelas es desvelada: el valiente capitán es en realidad una muchacha, Leonor, duquesa de Eboli. Una joven que había abandonado la seguridad de su privilegiado mundo para internarse, disfrazada de hombre, en el de las tribulaciones, peligros y zozobras de la guerra, con la secreta esperanza de rescatar a su prometido, el caballero Le Hussière, prisionero de los turcos. Tras desvelarse el misterio todo cambia y la trama se trastoca con la aparición de un nuevo personaje, Muley-el-Kadel, conocido como el León de Damasco, pues las aventuras guerreras se trufan de episodios románticos y el amor lucha con la espada y con el corazón, dando a la historia un giro inesperado. Así, Leonor y Muley, el capitán Tormenta y el León de Damasco, comenzarán a conocerse, admirase y apreciarse mutuamente, y se creará entre ellos una relación que finalmente les unirá para siempre y cuyo fruto apreciaremos en los restantes volúmenes.
las portadas de la edición de Calleja de principios del siglo XX, ilustradas por Rafael de Penagos (1889-1954). |
Las tres novelas son un ejemplo excelente del arte del escritor veronés: personajes sacados de la épica caballeresca, acción y suspense a raudales, misteriosas identidades que esconden arcanos inimaginables, sorprendentes giros de la trama, amistad, pasión amorosa y desamor, odios mortales y una enseñanza: lo que no puede la espada lo puede el amor. Emilio Salgari nos cuenta a su manera el asedio turco de Famagusta, la batalla de Lepanto y el sitio de Candía, en lo que fue un pulso sangriento entre los cristianos y los musulmanes otomanos, mostrando un buen conocimiento histórico de una época en la que los seguidores de Mahoma, representados en el Imperio Otomano, asolaban las naciones cristianas de la cuenca del Mediterráneo, saqueando ciudades, hundiendo navíos y raptando jóvenes, y ante cuyo avance implacable tan solo la Iglesia Católica, España, Venecia y los caballeros de la Orden de Malta opusieron resistencia, lo que culminó con la Santa Alianza y la grandiosa batalla de Lepanto: «la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros», a decir del ilustre participante en el combate, Cervantes.
Como ven, en muchas ocasiones los buenos libros son un buen motivo para acercarse a la Historia.
Muy bueno, Miguel, como es habitual. Especialmente los apartados donde se cruzan literatura e historia.
ResponderEliminarConrad, otro autor "prolífico en capitanes", dejó en su novela "Tifón" uno un tanto atípico, que suele llamar la atención de los críticos:
"En Tifón el personaje estrella es el capitán MacWhirr. No es extraño que Conrad juegue al gato y al ratón con sus personajes ―ya lo hizo con Kurtz―, lo que MacWhirr dará de sí no se intuye para nada en su presentación: «no presentaba ninguna característica especial de firmeza o estupidez; carecía totalmente de rasgos pronunciados; era sencillamente ordinaria, impasiva e impertérrita». De hecho, el único aspecto que se destaca en su carácter es la timidez, y sin embargo, todos los barcos en los que comandó se caracterizaban por la paz y la armonía. Es un hombre justo, sencillo, que desconoce los desconsuelos de la vida, lo injusta que puede ser en todas sus formas, incluyendo la de mar, a pesar de dedicarle su vida en cuerpo alma. Capaz de mantener la calma aún en medio de un tifón, la conclusión final a la que llega Jukes es la siguiente: «Yo creo que se salió muy bien parado del asunto, para ser un hombre tan estúpido». Un personaje ambiguo donde los haya, muy conradiano."
http://lapiedradesisifo.com/2010/10/17/tif%C3%B3n-de-joseph-conrad/
Muchas gracias como siempre por sus enriquecedores comentarios.
EliminarUn saludo cordial.