DESAFIANDO A NUESTROS CHICOS

Aleluya, obra de Thomas Cooper Gotch (1854-1931).


Los niños se hacen lectores en los regazos de sus padres.
 Emily Buchwald

Jamás le haremos entender a un muchacho que, por la noche, está metido de lleno en una historia fascinante, que debe interrumpir su lectura e ir a acostarse.
Franz Kafka

Un niño a solas con sus libros es, para mí, la verdadera imagen de una felicidad potencial, de algo que siempre está a punto de ser. Quizá es también ese momento misterioso en que nace un nuevo poeta, un nuevo narrador.
Harold Bloom


Hay quien no se cansa de decir que nuestros niños ya no son tales; los tiempos cambian, dice ufanos, y los conceptos de infancia también. Se trata solo de “construcciones culturales” que podemos derribar y reconstruir como queramos. Y a eso lo llaman con una palabreja muy usada, “deconstruir”. Pues bien dichos sujetos, a un tiempo, y sin rubor ni turbación, cuando miran hacia esos ya-no-niños, sin embargo, les endosan, en lo que refiere al pensamiento y a la acción de la razón y de la imaginación, pedazos de simpleza y vacuidad semejantes a gotas transparentes de lluvia sobre un cristal de una ventana; nada se ve a su trasluz, tal es su vacío. No vaya a ser que se confundan, que se desanimen y que abandonen la lectura, nos dicen ¿sí? A ese paso no conocerán siquiera la palabra "lectura".

Estos pedagogos abogan por una dieta escuálida y escurrida de libritos simplones y de pocas letras. Lo demás, lo que ellos llaman lo importante, nos dicen, lo aprenderán por los medios audiovisuales: las películas, los videojuegos y los videos musicales.

¿De verdad? ¿de verdad creen ustedes esas paparruchas? Que no, que no se trata de culturizarlos para que así puedan empoderase y liderar nuestra progresista sociedad hacia el punto Omega. No, ya le gustaría al viejo Tellaird; es mucho más simple: se trata de criar borregos para guiarlos hacia el precipicio, y mientras manejarlos a su antojo ¿Quienes? Pues empiecen a sospechar de todo aquel que con poder suficiente les diga esas sandeces. Si no tiene una parcela de poder, o es un esbirro o un tonto útil, y esos últimos abundan mucho en nuestros tiempos, en nuestra “sociedad de la información”

Así que no hagan caso. Denle a sus hijos material del bueno. Algo que les desafíe y les empuje hacia arriba. Nada de complaciente literatura para zopencos. Cada vez más complejos, cada vez mas profundos. Así deberán ser los libros que lean. Ellos, en lo más íntimo de su corazón, lo esperan y guardan en sus almas la fuerza y las ganas necesarias para tal tarea. Que enfrenten desafíos adecuados a sus posibilidades e incluso, a veces, por encima de ellas. Es a lo que se refiere Tolkien en una de sus cartas:

“La vida está más bien por encima de la medida de todos nosotros (salvo una muy pequeña minoría, tal vez). Todos necesitamos una literatura que está por sobre nuestra medida, aunque no tengamos energía suficiente para ella todo el tiempo. Pero la energía de la juventud es habitualmente mayor. (…) no hay que descender al nivel de los niños ni de nadie. Ni siquiera en el lenguaje. (…) Un buen vocabulario, y una mayor comprensión de las cosas, no se adquieren leyendo libros escritos de acuerdo con el criterio que alguien tenga de qué vocabulario y qué comprensión de la vida son los propios de un determinado grupo de edad. Se adquiere leyendo libros situados por encima del propio nivel.” 

Leer textos complejos es como levantar pesas. Así como es imposible construir músculo sin peso o resistencia, es imposible construir habilidades de lectura robustas sin leer un texto desafiante. Cada lectura es un tipo de ejercicio y un programa de lecturas es un programa de ejercicios. No solo se trata de una cuestión de gusto, de apreciación de la belleza o de apreciación, por el intelecto y por la imaginación, de aquello que se habla, se canta o se relata. También hay una parte más física y psicológica; y por ello más prosaica y aprehensible: los textos más complejos sirven como ejercicio para desarrollar habilidades de comunicación y forjar resistencia y “fondo” de lectura. 

Olvídense de aquellos que vociferan que un texto demasiado complejo puede impedir el aprendizaje. Mentira. Muchos de ustedes son la prueba viviente de que eso es una gran falsedad. Vuelvan la vista atrás a sus infancia y juventud. A que tengo razón, a que sí.

Pues a ello, sin miedos ni complejos. ¿Que será mas trabajoso para hijos y para padres? Si, lo será, es verdad. Como todo lo que vale la pena exigirá esfuerzo y sacrificio y habrá pequeñas dificultades que superar. Pero valdrá la pena. 

Así que veamos como podemos hacerlo más fácil.

Por supuesto que no se trata de poner a los chicos delante de Los hermanos Karamazov. Hay que hacerlo poco a poco y prestar atención a algunas cosas. Luego la voluntad y sobre todo, el amor, hará el resto.

Pero, ¿qué hace que el texto sea complejo?

Los expertos en lingüística suelen decir que la dificultad en la legibilidad de un texto puede determinarse midiendo dos factores: vocabulario desafiante y oraciones largas y complejas. No obstante creo que hay otros factores a considerar como pueden ser  la variedad de personajes, la complejidad de sus nombres, la falta comprensión del contexto (sobre todo en los poemas y relatos históricos), el orden no cronológico de lo relatado (muchas veces los escritores utilizan flashbacks y presentaciones no secuenciales de sucesos), la coherencia en la construcción del texto (por ejemplo, dificultades para relacionar acciones o ideas distantes por falta de relación entre vínculos cohesivos distantes o complejos) o la presencia de digresiones que hacen perder el hilo conductor de la trama. En la mayor parte de los casos se trata de patrones narrativos, cliches y figuras retóricas cuyo conocimiento y comprensión solo podrá adquirirse entrando en contacto directo con ellas mediante la lectura. Así que ¿cómo van a conocerlas si no las confrontan? Solo leyendo, leyendo y leyendo llegarán a dominarlas.


Pero antes hay que superar dificultades. Existe hoy una tiranía, que podríamos llamar "el yugo del nivel de lectura", que encorseta a muchos padres y educadores. Se fundamenta en un doble criterio: objetivo (referido a propio libro) y subjetivo (centrado en el lector particular). El primero suele recogerse en las indicaciones que, o bien acompañan a los propios libros, o bien se pueden encontrar en algunas librerías y bibliotecas (por ejemplo en Amazon suele acompañarse la información básica del libros con el nivel de lectura objetivo), determinadas mediante ciertos “algoritmos” (bueno, lo cierto es que se trata de cálculos algo menos complejos). El segundo solo está alcance de padres o Colegios que deciden someter a los niños a ciertas pruebas que recogen ––como congelado–– un nivel de lectura en un determinado momento y no atienden a cuestiones como el interés y los conocimientos previos del lector sobre el tema de fondo del que trate el libro concreto. 

Yo me revelo contra esta tiranía mecanicista, estructurada de acuerdo a un modelo computacional y no atendiendo al interés, la motivación y la situación particular del lector en cada momento. Esto último es lo que he tratado siempre de hacer con mis hijas, y puedo decir que no me ha ido mal (en este momento mi hija mayor, 14 años recién cumplidos, acaba de terminar Hijas y esposas de Elizabeth Gaskell y su hermana, de 12 años escasos, está terminando Las aventuras de Huckleberry Finn de Mark Twain). Es triste constatar que cuando se buscan libros se habla más de nivel de lectura que del contenido del libro, de su calidad o de su conveniencia.

Nunca debemos olvidar que la lectura es un proceso interactivo, por lo que la dificultad o la facilidad con la que un lector en particular puede enfrentarse a un texto concreto depende, además de su nivel de vocabulario o de comprensión lectora y del nivel de complejidad objetiva del texto mismo, también en parte de su conocimiento previo relacionado con el texto y de la motivación que tenga para esa específica  lectura.

Así pues, la motivación, el interés y el conocimiento previo influyen de manera decisiva en la comprensión de cualquier libro, haciendo que textos complejos sean asimilados con más facilidad.

Por último, tampoco podemos olvidar que la comprensión completa no es imprescindible para que un lector pueda disfrutar y beneficiarse de un libro. La mayoría de nosotros recordamos leer y disfrutar en nuestra infancia de libros como Alicia en el País de las Maravillas Oliver Twist, por ejemplo, de los que no obtuvimos en esa primera lectura todo aquello que ofrecen, descubierto después, para nuestro goce, al volver a releer esos libros (habrá que hablar algún día de esto del releer). Y también debemos recordar que para progresar en aquellas lecturas dificultosas utilizamos trucos, como el saltarnos ciertas frases, o el diferir la comprensión de cierto acontecimiento hasta que más adelante el contexto de la lectura nos ayudó a descifrarlo a posteriori. Esta habilidad de “saltar” palabras, frases y hasta párrafos enteros, puede ser innata o puede ser aprendida y enseñada.   

Y esto me recuerda un poema de Thomas Hood (1799-1845) que refiere esa sciencia que hemos mencionado que permite a los chicos sortear (o diferir para más adelante o para una segunda y más madura lectura), las dificultades (de estructura, de significado léxico o de mensaje de fondo), que encierran los libros “duros”.

Los niños pequeños se saltan 
la cuerda de manera alegre, 
Tomás y Enrique, 
Juana y María, 
Catalina y Diana, 
Susana y Ana, 
Todos son aficionados a saltar!
Los saltamontes también saltan 
en la amanecida, bebiendo gotas de rocío, 
por debajo, por encima, 
de la hierba y el trébol, 
de las margaritas y de las acederas, 
sin disputa, 
Todos son aficionados a saltar!
(…)
Los mismos perros saltan, 
Mientras me rodean como una batida, 
rodando, encabritándose, 
aprenden a bailar 
en cierto modo, 
Qué placer! 
Todos son aficionados a saltar!
Pero, ¡oh! Los lectores, cómo saltan también,
en los volúmenes de pesada lectura!
Tomás y Enrique,
Juana y María,
Catalina y Diana,
Susana y Ana,
Todos son aficionados a saltar!

Debemos aspirar a que nuestros hijos dejen de ser lectores superficiales e ignorantes y se conviertan en lectores instruidos, al modo que los entendía Jonathan Swift:

“Los lectores se pueden dividir en tres clases: los superficiales, los ignorantes y los instruidos. Siempre he conseguido con gran éxito acomodar mi pluma al genio y provecho de cada uno de ellos. El lector superficial se sentirá muy incitado a la risa, que purga el pecho y los pulmones, es un remedio insuperable contra el mal humor y el diurético más inocuo. El lector ignorante que se diferencia del anterior por algo sumamente sutil tenderá a la admiración, magnífico remedio para las enfermedades oculares, que sirve para avivar el espíritu y ayuda de maravilla a la sudoración. Pero el lector auténticamente instruido, a cuyo provecho dedico principalmente mis desvelos mientras otros duermen, y mis sueños mientras otros velan, hallará aquí materia suficiente a la que aplicar sus especulaciones durante el resto de su vida”. 

Y así posiblemente rememoren esos momentos tal y como nos cuenta Marcel Proust:

“Quizá no haya días de nuestra infancia tan plenamente vividos como aquellos que creímos haber dejado sin vivir, aquellos que pasamos con nuestro libro predilecto”.

Comentarios

  1. "...Y también debemos recordar que para progresar en aquellas lecturas dificultosas utilizamos trucos, como el saltarnos ciertas frases, o el diferir la comprensión de cierto acontecimiento hasta que más adelante el contexto de la lectura nos ayudó a descifrarlo a posteriori. Esta habilidad de “saltar” palabras, frases y hasta párrafos enteros, puede ser innata o puede ser aprendida y enseñada. "....SÍ, CLARO QUE SÍ. Gracias por volver!!!

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  2. ESE LENGUAJE...ANTIGUO, PRESENTE SIEMPRE, INMUTABLE...ALMA POR DEMÁS INSERTA EN LO QUE SUBTERRÁNEAMENTE TRANSCURRE, HACIA LA LUZ DEL FUTURO CIERTO EN LOS NIÑOS PUGNANDO POR SER SU SER OPRIMIDO POR EL CRETINISMO DEL SIGLO.
    GRACIAS A TI, Miguel Sanmartin Fenollera

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  3. Ya lo extrañaba Sr. Miguel. Siempre es tan agradable leerlo.

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  4. Buena entrada, Miguel.
    Se trata de una cuestión polémica, seguramente. Viene a cuento recordar las famosas opiniones de Borges:

    “Creo que la frase lectura obligatoria es un contrasentido, la lectura no debe ser obligatoria. ¿Debemos hablar de placer obligatorio? ¿Por qué? El placer no es obligatorio, el placer es algo buscado. ¿Felicidad obligatoria? La felicidad también la buscamos.

    Yo he sido profesor de literatura inglesa durante veinte años en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y siempre les aconsejé a mis estudiantes: si un libro los aburre, déjenlo, no lo lean porque es famoso, no lean un libro porque es moderno, no lean un libro porque es antiguo. Si un libro es tedioso para ustedes, déjenlo… ese libro no ha sido escrito para ustedes. La lectura debe ser una forma de la felicidad.

    No hay que caer en la tristeza de las bibliografías, de las citas de Fulano y luego un paréntesis, luego dos fechas separadas por un guión, y luego una lista de libros críticos que han escrito sobre ese autor. Todo eso es una desdicha. Yo nunca les di una bibliografía a mis alumnos. Les dije que no lean nada de lo que se ha escrito sobre Fulano de Tal
    (...)

    Si Shakespeare les interesa, está bien. Si les resulta tedioso, déjenlo. Shakespeare no ha escrito aún para ustedes. Llegará un día que Shakespeare será digno de ustedes y ustedes serán dignos de Shakespeare, pero mientras tanto no hay que apresurar las cosas."

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  5. Como apostilla, ya que en el texto se cita a Teillard, aquí va la lapidaria definición de Cioran:

    «Allá por los años cincuenta decidí escribir algo sobre la utopía. Me puse a leer directamente a los utopistas: Moro, Fourier, Cabet, Campanella... al principio, con exaltación fascinada; luego, con cansancio; finalmente, con mortal aburrimiento. Es increíble la fascinación que ejercieron los utopistas sobre grandes espíritus: Dostoievski, por ejemplo, leía a Cabet con admiración. ¡Cabet, que era un perfecto imbécil, un sub-Fourier! Todos creían que el milenio estaba por llegar: un par de años, una década a lo sumo... También era deprimente su optimismo, la pintura excesivamente rosa, esas mujeres de Fourier cantando mientras trabajaban en los talleres... Ese optimismo utópico es frecuentemente despiadado.
    Recuerdo, por ejemplo, un encuentro que tuve con Teilhard de Chardin; el hombre peroraba entusiásticamente sobre la evolución del cosmos hacia Cristo, el punto Omega, etcétera... y entonces le pregunté qué pensaba del dolor humano: «El dolor y el sufrimiento, me dijo, son un simple accidente de la evolución». Me fui indignado, negándome a discutir con aquel débil mental. »
    (E. Cioran, Conversaciones, 23).

    http://videotecareduco.blogspot.com/2012/09/un-debil-mental.html

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  6. Las Cuarenta Horas que preceden a la Cuaresma se acercan. En estos días de Carnaval todo llama, en las casas religiosas, a más fervor y generosidad. La víctima escogida para reparar y salvar en unión con el Corazón de Jesús, ha de sentir, más que nadie esta llamada divina.

    El Viernes 4 de Febrero de 1921, aniversario de su llegada al Noviciado, se le aparece Jesús y mostrándoles el Corazón abrasado le dice:

    -"Todos los Viernes y sobre todo el primero de cada mes, te haré participar de la amargura de Mi Corazón y sentirás de una manera especial los tormentos de Mi Pasión. En estos días en que el infierno se abre para tragar tantas almas, quiero que te ofrezcas a Mi Padre como víctima para salvar el mayor número posible."
    http://sicutoves.blogspot.com/2019/03/dias-de-carnaval-heridas-al-corazon-de.html

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  7. Muchas gracias todos por estar ahí y por las generosas contribuciones, que me enriquecen a mí y a los demás lectores.

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  8. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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