«Todo lo bello que ha sido expresado por cualquier persona nos pertenece a nosotros, los cristianos».
San Justino
Creo que, sobre recomendaciones lectoras, en mi blog hay “dabondo” (suficiente), como dirían en mi tierra, material de sobra para, con lo que se tenga en casa, ir entreteniendo a los chicos y quizá algo más. Por eso, me permito introducir una pequeña variación en lo que se refiere a la temática del blog (aunque no del todo apartada de su fin último). Esta variación se refiere al posible valor del cine en la educación de los niños y los jóvenes, y su oportunidad tiene mucho que ver con las circunstancias que nos rodean a algunos de nosotros. Como he dicho, puede parecer un contrasentido que un blog que defiende y trata de promover la lectura de libros se vuelva hacia lo audiovisual. Sin embargo, creo que no es así, y trataré de explicarlo.
Partiendo de que estamos inmersos en una cultura audiovisual y que, lo queramos o no, hemos de vivir en ella (lo mismo que nuestros hijos), y que, por otro lado, lo audiovisual no es, por si mismo, dañino (sino su mal uso, en cuanto a tiempo de exposición y contenidos), no creo que nos encontremos con una situación (al menos en lo que se refiere a los contenidos), diferente a la que enfrentaron los primeros cristianos inmersos en la cultura pagana.
En este sentido, y si bien hubo excepciones (como Tertuliano, por ejemplo), la mayoría de los Padres, empezando por san Agustín, señalaron la conveniencia de acercarse a esa cultura y beber de ella, si bien, con las debidas precauciones. Cuenta nuestro amigo Jack Tollers que una vez le preguntaron al P. Castellani por qué ya no iba al cine, y que él contestó: «Porque me gusta saber quién es mi profesor de moral». Estoy de acuerdo con él. No obstante, la Iglesia mantiene que las comunicaciones sociales modernas (incluido el cine) son «medios, si se utilizan rectamente, [que] proporcionan valiosas ayudas al género humano, puesto que contribuyen eficazmente a descansar y cultivar el espíritu y a propagar y fortalecer el Reino de Dios» (Inter Mirifica), y que, si bien pueden usarse tanto para el bien como para el mal (como cualquier construcción humana), nuestro trabajo y esfuerzo está en emplearlas para el bien y con prudencia y moderación.
Con estas prevenciones y consejos en la alforja, pasaré a referir un par de lugares en internet que orientan y aconsejan sobre cine, para que en estos días de tribulación y encierro, si deciden entretener a sus hijos con alguna película, al menos tengan herramientas a mano que les permitan, parafraseando al Padre Castellani, «saber quien es el profesor de moral de sus hijos».
Y quizá algo más... El profesor Anthony Esolen se pregunta «¿cómo podemos educar a los jóvenes a fin de que puedan participar en la belleza, donde sea que esta se encuentre?». Como verán más adelante, él ve en el buen cine una oportunidad para hacerlo. Una oportunidad para, como dice, que los chicos «desaprendan el mal hábito de consumir imágenes y aprendan la virtud de contemplación».
Decentefilms
Enlace: http://www.decentfilms.com/
Dejemos que sus creadores se expliquen (disculpen la mala traducción):
«Me llamo Steven D. Greydanus. Creé DecentFilms.com en el 2000. Soy el crítico de cine del National Catholic Register.
Soy miembro del Círculo de Críticos de Cine de Nueva York y diácono permanente de la Arquidiócesis Católica de Newark. Tengo títulos en artes mediáticas, teología y estudios religiosos.
Con David DiCerto, soy co-anfitrión del programa de televisión por cable "Reel Faith", ganador del premio Gabriel, para la televisión de la Nueva Evangelización.
«Un sitio de apreciación, información y crítica cinematográfica informada por la fe cristiana» fue como describí por primera vez a Decent Films en el año 2000. Escribí entonces, y escribo ahora, por un amor permanente a las buenas películas, la buena escritura y la buena conversación. Escribo como un cristiano católico, con la esperanza de dirigirme a los lectores interesados de mi propia fe, de otras religiones y de ninguna. He aprendido y me he beneficiado mucho de los críticos y otros escritores con puntos de vista diferentes a los míos, y mi trabajo se ofrece con ese espíritu.
Mis escritos para el Registro han sido reconocidos cinco veces por los Premios de la Asociación de la Prensa Católica, con un primer lugar en 2017 y 2016, un segundo lugar en 2019 y 2015, y un tercer lugar en 2018.
En el pasado he escrito regularmente para Catholic Digest y Crux.
He escrito sobre fe y cine para la Nueva Enciclopedia Católica y la Enciclopedia del Pensamiento Social Católico, Ciencia Social y Política Social. Mi trabajo ha aparecido en Christianity Today, Catholic World Report, Our Sunday Visitor, Image Journal, This Rock y otros. También he escrito para la Oficina de Cine y Radiodifusión de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos y EWTN.com.
Aparezco la mayoría de los viernes en "Morning Air" y en el "Son Rise Morning Show". Soy un invitado habitual en Kresta en "Afternoon" y "Catholic Answers Live", y de vez en cuando he aparecido en la televisión de EWTN. He sido entrevistado por Radio Vaticano y NBC News.
Tengo una licenciatura en Artes de los Medios de Comunicación de la Escuela de Artes Visuales de Nueva York y un máster en Estudios Religiosos y Teología del Seminario San Carlos Borromeo y del Seminario de la Inmaculada Concepción de la Universidad de Seton Hall, respectivamente.
Mi esposa Suzanne y yo tenemos siete hijos».
The Educational guidance Institute (Instituto de orientación educativa)
Para esta dirección les muestro la aprobación y comentarios del Dr. Anthony Esolen, pensador católico, traductor y profesor de Renacimiento inglés y literatura clásica. Fue profesor de inglés en el Providence College, donde impartió cursos de literatura medieval y renacentista y del desarrollo de la civilización occidental, y miembro de la facultad de Thomas More College of Liberal Arts; actualmente da clases en el Magdalen College of the Liberal Arts (autor, entre otros de la Guía políticamente incorrecta de la civilización occidental y Diez caminos para destruir la imaginación de su hijo).
Disculpen de nuevo la traducción.
USANDO PELÍCULAS CLÁSICAS PARA GANAR LAS GUERRAS CULTURALES (o LECCIONES DE VIDA APRENDIDAS DE LA EDAD DE ORO DE HOLLYWOOD)
Por Anthony Esolen
«Ustedes, jóvenes demonios», dice Satanás, el viejo y astuto misántropo, sabio en los caminos del hombre, «creen que pueden condenar a las alimañas humanas con argumentos razonados. La razón, como deben saber, y por su propio bien es mejor que recuerden, es del Enemigo. Cuando luchamos con eso, lo hacemos con sus propias armas. Lo que queremos en esa línea, como nos han mostrado nuestros queridos amigos los sofistas», y aquí un par de jóvenes se ríen, mientras uno de ellos agita en el aire una especie de baqueta espiritual, que una vez perteneció a un tipo llamado Dewey, «son enredos de argumentos sin razón, y cuanto más abstractos sean, y menos dependientes de ese guiso de barro y mugre llamado Naturaleza, mejor. No», dice, «el hombre es un animal irracional. ¿Estás tomando notas, Asmodeus?»
Un demonio, que expide un pestilente olor a pescado, deja su pedazo de carbón que había estado usando para dibujar una caricatura no del todo halagadora de su instructor.
«El hombre es un animal irracional. Actúa según las indicaciones de lo que le complace llamar “su corazón”. El corazón del hombre es malvado desde su juventud, como el mismo Enemigo ha dicho. Pero no debemos depender de él sin una acción de nuestra parte. El Enemigo también ha dicho, y en este caso nuestro departamento de espionaje ha determinado que la declaración expresa alguna medida de la verdad, que hizo al hombre a su imagen y semejanza. El hombre es un subcreador, como dijo ese vil vendedor ambulante de bondad, el fabulista Tolkien. Como el Enemigo hace al hombre, el hombre hace al hombre, en su arte y su imaginación. Nuestra tarea es convertir su corazón en una fábrica de ídolos. No es una tarea difícil. Danos la imaginación», dice, con una sonrisa en los labios, «y con gusto concederemos todo lo demás».
«Que el Enemigo tenga todas las razones, cada catecismo, cada seminario, y cien mil ministros que crean hasta la última jota y tilde de ese vil libro cuyo nombre no me dignaré a pronunciar. Que disfrute de algunas victorias políticas de vez en cuando. ¿Y si la Unión Soviética cayera? Dejen que China caiga también. Danos la imaginación y haremos nuestra danza macabra en la tumba de la cristiandad, ahora y siempre».
Ante lo cual Asmodeus aplasta el carbón entre sus garras, y se ríe fuerte y largamente.
…
He empezado con una historia, porque así es como la Dra. Onalee McGraw dice que debo empezar, y es su trabajo el que deseo promover, con entusiasmo y un sentido de urgencia. La Dra. McGraw es la fundadora del Instituto de Orientación Educativa, cuya tarea es llevar la palabra de vida a una cultura muerta por medio de películas clásicas.
No pongan los ojos en blanco, queridos lectores. Mi trabajo en el aula es introducir a los jóvenes en la herencia occidental de la poesía y el arte, que abarca tres mil años. Están hambrientos de belleza. En el mejor de los casos, tengo la oportunidad de estar cerca mientras Shakespeare o Milton cambian la vida de alguien. Las circunstancias no siempre son las mejores. ¡Si mis estudiantes fueran unos campesinos honestos, de huesos crudos e ignorantes! No lo son. ¿Quién en nuestro tiempo lo es? ¿Dónde está la joven que no ha respirado el aire malo del feminismo a nuestro alrededor? ¿Dónde está el joven que no se ha chamuscado los sesos con la pornografía? y no seamos tan estúpidos como para creer que esto requeriría un hábito de larga duración. ¿Cuántos asesinatos debe presenciar un pandillero para ser corrupto?
Hay que recuperar la imaginación. Este es el objetivo de Onalee McGraw, y ella lucha con las mejores películas hechas en nuestra propia nación, por el propio Hollywood, y a veces incluso por hombres y mujeres corruptos. He leído sus planes de estudio, que están disponibles para el uso de padres y profesores y todos los que quieran construir una verdadera cultura americana de nuevo. Son espléndidos.
La Dra. McGraw se mueve sin esfuerzo de un momento a otro a través de las películas de las que habla, siempre con la mirada puesta en preguntar, una y otra vez, las grandes preguntas. En Un lunar en el sol (1961, protagonizada por Sidney Poitier), hace más que las preguntas obvias sobre el mal del racismo. Nos pide que veamos en ella una poderosa afirmación de la dignidad de todos los hombres, y no porque sean sabios y santos. Walter Lee, el duro y cínico jefe de la familia Younger, no es ninguna de las dos cosas. Se juega el dinero del seguro de su familia y lo pierde todo, habiendo sido engañado por un hombre de confianza, un compañero afroamericano. Su hermana Beneatha está dispuesta a echarlo, pero su madre la hace reflexionar, con una sabiduría profundamente humana y cristiana.
"Creí haberte enseñado a amarlo", dice la anciana. «Siempre queda algo que amar... Niña, ¿cuándo crees que es el momento de amar más a alguien? ¿Cuando ha hecho el bien y ha hecho las cosas fáciles para todos? Ese no es el momento para nada. Es cuando está en lo más bajo y no puede creer en sí mismo porque el mundo lo ha azotado tanto. Cuando empiezas a medir a alguien, mídelo bien, niña, mídelo bien. Asegúrate de que has tenido en cuenta las colinas y los valles por los que ha pasado para llegar a donde está».
En Cayo Largo (1948, John Huston), la Dra. McGraw señala lo que de otra manera podría parecer una cosa pequeña en la vida de un ser humano ––un hombre le da de beber a una mujer que tiene sed–– para mostrar cómo en esos pequeños momentos, tan pequeños como el giro de la cabeza del ladrón moribundo, un alma muerta puede volver a la vida. Frank McCloud (Humphrey Bogart) es, como ella dice, «un veterano desilusionado que llega a darse cuenta de que no puede desentenderse de la lucha humana universal del bien y del mal». Está en un hotel, dirigido por un hombre atado a una silla de ruedas (Lionel Barrymore), que ha sido confiscado por la banda de un psicópata, Rocco (Edward G. Robinson). Una buena mujer, que lo ama (y es interpretada por la esposa de Bogart, Lauren Bacall), le ruega que haga algo, pero McCloud se encoge de hombros y dice: «No vale la pena morir por un Rocco más o menos».
No es el asesinato lo que mueve a McCloud a actuar. Es cuando Rocco trata a su amante (Claire Trevor, que ganó un Oscar por su actuación), a la que ahora desprecia, con un insignificante acto de crueldad de más. McCloud le da un trago a la chica. «En su voluntad de arriesgar su vida por ella», dice la Dra. McGraw, «está recuperando el coraje moral que lo sostuvo en la guerra». Cuando un huracán golpea los Cayos y Rocco está aterrorizado por una tormenta que no puede dominar, McCloud ve que el hombre es realmente un cobarde y toma la decisión que derrota a los malvados y salva su propia alma.
La Dra. McGraw conoce el terreno. Hay una foto muy bonita de ella y el difunto Robert Osborne, en el set de Turner Classic Movies, charlando sobre la película que fue invitada a presentar, Doce hombres sin piedad (1957, Sidney Lumet). Pero no piensen que es sólo una esteta. Ni mucho menos. Las películas en particular en las guías de estudio que he revisado, tratan todas sobre la construcción de una verdadera conciencia social, y ella las ha mostrado no sólo en las aulas sino en las iglesias y en las prisiones juveniles. ¿Cómo podemos esperar buenos hombres si a los chicos se les enseña que su sexo es tóxico? Que vean a Shane (Raíces Profundas, George Stevens, 1953) o El hombre que mató a Liberty Balance (1962, John Ford), y aprendan que la hombría a veces puede requerir que renuncien a su amor más querido para hacer lo correcto, pase lo que pase. ¿Cómo podemos esperar buenas mujeres si a las chicas se les enseña que su sexo no puede hacer nada malo, a menos que sea comportándose de forma femenina, de manera que sea atractivo para un buen hombre? Dejemos que vean el baile de cortejo de los sexos en Sucedió una noche (Frank Capra, 1934) o El bazar de las sorpresas (1940, Ernst Lubitsch).
¿Qué le pasa a un pueblo entero cuando su gente se niega a reconocer el mal que han hecho, y avienen a vivir una mentira? Vean a Spencer Tracy en Conspiración de silencio (1955, John Sturges). ¿Qué puede pasar si un hombre, por amor a una buena mujer, llega finalmente a ver que la verdad y la bondad son más importantes que la comodidad, e incluso más importantes que sus antiguos lazos de lealtad? Vean a Marlon Brando caminar por su propia vía dolorosa en la escena final de La ley del silencio (1954, Elia Kazan).
¿Estamos mirando hacia atrás con una nostalgia brumosa sobre las películas que amamos porque fueron las primeras que vimos? No, ni por un poco. Tengo algunos recuerdos sobre lo que supone crecer con películas, porque entonces las cadenas mostraban lo mejor de ellas en las horas de mayor audiencia, año tras año, como El puente sobre el río Kwai (1957, David Lean), Ben-Hur (1959, William Wyler) y El mago de Oz (1939, Victor Fleming). Luego estaban los canales independientes de Nueva York y Filadelfia, y el "late show" o la película de la mañana en los canales locales. Recuerdo haber visto El hombre tranquilo (1952, John Ford), ¿Vencedores o vencidos? (El juicio de Nuremberg) (1961, Stanley Kramer), Solo ante el peligro (1952, Fred Zinnemann), Marty (1955, Delbert Mann), El hombre de Alcatraz (1962, John Frankenheimer), ¡Qué verde era mi valle! (1941, John Ford), Con la muerte a los talones (1959, Alfred Hitchcock), y muchas más. En los últimos años me he dado cuenta de que la edad de oro de Hollywood era precisamente eso, un período de unos treinta años en el que las condiciones culturales y sociales se alineaban perfectamente para hacer grandes y buenas películas.
Un factor con el que no contaba era el muy difamado Código. La Dra. McGraw muestra cómo la Iglesia Católica tomó el liderazgo para hacer que Hollywood aceptara una sabia y saludable autocensura, no fuera que los legisladores con conciencia social bajo el mandato de Franklin Roosevelt, y los ejércitos de americanos comunes que los apoyaban en este sentido, tomaran el asunto en sus propias manos y pusieran a Hollywood de rodillas protestando frente a los cines para así avergonzar a los realizadores de películas perniciosas. La gente entendió, como la Dra. McGraw señala una y otra vez, citando a Adams y Madison y Burke y otros, que no podemos ser libres sin virtud pública, y no tendremos virtud pública sin virtud privada.
Es fácil fijarse en los pequeños defectos del trabajo del censor, pero los principios eran nobles y verdaderos, y en general se mantenían con coherencia y una consideración inteligente por el arte y los objetivos del artista. «La simpatía de la audiencia», reza el principio final y sumativo del Código, «nunca debe arrojarse al lado del crimen, la fechoría, el mal o el pecado». De golpe, casi todas las películas producidas ahora no cumplen con este estándar, aunque solo sea por sonreír ante lo grosero, lascivo y licencioso.
Ojalá hubiera sabido del trabajo de Onalee McGraw hace años, cuando dirigí un grupo de hombres durante siete u ocho años en el Providence College. Pero ahora me beneficiaré de ello, ya que enseño películas clásicas a nuestros estudiantes del Thomas More College tres veces al semestre, incluyendo una de sus favoritas este otoño, La ley del silencio. No debemos rechazar a los aliados que la providencia de Dios nos ha dado. Esto es especialmente así cuando el católico ordinario no ha tenido casi ninguna experiencia de gran arte, o incluso de la buena, sólida y saludable carne y patatas que es el genuino arte popular. Cuando va a misa, las cosas son aún peores. Pero eso será el tema de otro artículo.
Busque el Instituto de Orientación Educativa. Se lo agradecerán, como yo.
Publicado en la revista Crisis (Octubre 2018). Aquí el enlace:
Por último, otros dos lugares que, si bien posiblemente no ofrezcan criterios orientadores de tipo moral o religioso útiles, pueden al menos dar una idea a los padres de aquello (detalles del contenido) con lo que se van a encontrar, a fin de que estos prudencialmente decidan. Me refiero a el apartado “Parents guide” de cada película o serie, de la página IMDB (Internet movie data base. Enlace: https://www.imdb.com/) y el portal Common Sense Media (que incluye también referencia de libros y juegos. Enlace: https://www.commonsensemedia.org/).
Muchas gracias! Pregunta/pedido: habrá una suerte de listado de las 100 mejores películas para ver que contengan este fondo cristiano de la vida? Y si el listado estuviese divido según edades, mejor aún, algo así como el listado de libros que nos dejara p.e. John Senior.
ResponderEliminarMuchas gracias! Hay verdaderas joyas del cine. Me llama la atención que no se mencione "¡Que lindo es vivir!" de Frank Capra o "Las Campanas de Santa María" con Bing Crosby o "Cien hombres y una muchacha"con Adolphe Menjou y Arturo Toscanini. Si se busca se encontrarán verdaderos tesoros e historias entrañables.
ResponderEliminar